Fue una ceremonia inolvidable en el Salón de Cultura.
La calidez de los que allí estuvieron, la familia, los amigos, ex alumnos del maestro Luis Roberto Chaves Acuña, sus compañeros de tareas, docentes, ex docentes, sus vecinos, que mostraron su afecto y respeto hacia el autor.
Años y años el libro esperó por ser editado al punto que ya parecía una utopía, un sueño, un imposible.
Pero fue una fiesta de la ciudad de Oberá.
Abrió la ceremonia el Ballet del Centro Cultural Argentino con cuatro parejas de jóvenes bailarines que, con sus trajes típicos, danzaron bellamente una galopa tan típica de Misiones.
Una muy cálida y respetuosa introducción al acto del periodista y locutor Julio Silva, que también fue un ex-alumno de Chaves.
Después de ello fue el turno del poeta, escritor y editor, Rubén Eduardo Gómez (1), que dijo:
En principio agradecerles a todos la presencia esta noche aquí para acompañar a Roberto Chaves Acuña en la presentación de su primer libro.
Mi nombre es Rubén Gómez y soy el director de Vela al Viento, editorial de Comodoro Rivadavia, en la Patagonia Argentina, que tuvo el orgullo y el placer de publicar este título.
Quiero agradecer este lugar privilegiado, este lugar de honor que representa ser uno de los que presente Poemas al viento, sitial que siempre se reserva a quienes se admira o a los amigos entrañables.
Y si, tanto el nombre del libro como el de la editorial abrigan al viento, ese habitante tan nuestro en la Patagonia. ¿Será una casualidad? ¿Será que este libro debía ser editado por esta editorial y no por otra? Algunos hablarán de destinos cruzados, otros de que "Dios los cría y el viento los amontona", y otros de que las buenas sociedades se hacen entre la gente buena.
Lo cierto es que Poemas al viento, exhibe las razones de la existencia de su creador y que, por ende, determina las razones que motivaron la existencia del libro en sí, tal y como digo en la contratapa.
Por un lado la procedencia, el orgullo en su apellido, en sus raíces entrerrianas, en sus afectos y sentimientos que se enmarañan en y con él. Ramas y follaje de la memoria para con aquellos que no dejan de ser parte de su vida. Memoria que es homenaje del corazón pero que, además, es resistencia al olvido. La memoria en los poemas como el lugar de la no-muerte. Roberto tiene y muestra su humildad; la humildad del Maestro de verdad, del Maestro de alma; la humildad del que sabe y del que tiene que aprender. En este sentido su nombre sabe a algarroba y su tono es misionero. Y entonces es esta su Patria, su lugar de pertenencia, este entramado de memoria, sentimientos y lo que se es, que no va a ninguna parte, que se queda con el ser humano y crece en las palabras.
Por otro lado el libro es un grito desesperado a la humanidad a la que lee oscura y sin fe, a la que observa enajenada y en una carrera confusa hacia metas inexistentes. Pero, sobre todo, se trata de un llamado de atención, un llamamiento a valores que vislumbra en segundo plano y no extinguidos. Y así es que Poemas al viento lleva consigo hojas de esperanza que susurran.
Roberto escribe para los suyos, para los que ama y para quien quiera escucharlo. No lo hace para la Academia sino que nos regala su legado del alma, algunas lecciones de vida, herramientas de supervivencia basadas en la fe, el amor, la confianza, la amistad, la reflexión, y aquel fuerte y claro sentido de Patria, que son, en gran medida, una luz y una voz en el viento.
Conozco bien a ese personaje. Sé que si quiere puede susurrar los más bellos poemas como así también conozco su furia y sus aullidos. Puede el viento ser un mensajero y llevar estos poemas lejos, más lejos, y librarse de culpas y cargos, cambiarlos para que parezcan distintos, volverlos hojarasca en el otoño más triste y quedarse en los ojos entrecerrados por su decir. Puede el viento hablar en las lenguas del umbral y silbar canciones urgentes y desesperadas, llamarnos con la voz del árbol al que hace danzar y golpear la ventana para seducir nuestra mirada.
Puede el poeta dejar que su voz sea del viento.
Pueden dejarse a su merced, estos Poemas al viento.
(1) Rubén Eduardo Gómez, nació en Comodoro Rivadavia, Chubut. Es Técnico Superior en Publicidad. Publicó poemas en diversas antologías y revistas nacionales y del extranjero. Sus poemas han sido traducidos al catalán, al francés y al inglés. Publicó los poemarios: El pecado de soñar (Filofalsía, Buenos Aires, 1988); Géiser (Filofalsía, Buenos Aires, 1990); Siega (Bogavante, Comodoro Rivadavia, 2004) y Libro del Ojo (La luna que, Buenos Aires, 2004). Editará este año su quinto poemario Lo que son las cosas. Y su primer novela Iván y los invisibles, verá la luz el año que viene.
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