martes, 18 de diciembre de 2007

Vía Remington


Tenemos el placer y el orgullo de distribuir el libro de Corina Moscovich, Vía Remington. Un libro cuya poesía nos imprime imágenes como lo hacían los tipos de las viejas y nunca bien ponderadas Rémington de antaño. En 2008 seguramente podremos disfrutar más seguido y en el interior de la poesía de Corina, una joven rosarina que nos introduce a un mundo distinto y original desde su mirada con un tono propio y crudo. Un libro muy recomendable y digno de ser leído. Los invito a la página web: http://www.corinamoscovich.com.ar/ donde podrán acceder a más datos sobre la autora y algunos de sus poemas. También pueden adquirirse en:

1) Crack-up Costa Rica Nº 4767 Buenos Aires

2) De Ávila Alsina N° 500 Buenos Aires

3) Del Sol Superí N° 1411 Buenos Aires

4) Del Virrey Virrey Loreto N° 2047 - Buenos Aires

5) El Gato Escaldado Independencia N° 3548 Buenos Aires

6) Fedro Carlos Calvo N° 578 - San Telmo - Buenos Aires

7) Hernández Corrientes N° 1311 - Buenos Aires

8) La Maga Güemes N° 3873 Buenos Aires

9) Monod Montevideo N° 846 Buenos Aires

10) Norte Las Heras Nº 2225 Buenos Aires

11) Nuestra América Rodríguez Peña N° 466 Buenos Aires

12) Obel Libros Corrientes N° 1230 Buenos Aires

13) Otra Lluvia Bulnes N° 640 Buenos Aires

14) Paradigma Maure N° 1786 Buenos Aires

15) Sudeste Corrientes N° 1117 Buenos Aires

16) Del Norte Roque Sáenz Peña N° 1519 Olivos

17) Ramos Mitre N° 541 Quilmes

18) La Odisea Belgrano y Ameghino Comodoro Rivadavia
19) Del Aeropuerto Aeropuerto General Mosconi Comodoro Rivadavia
20) Real Libros de la Patagonia España Nº 942 Comodoro Rivadavia

21) Ross Córdoba Nº 1347 Rosario
22) Al faro de Lou Calle Del Comercio y De la Playa - Local 7 Colonia - Uruguay

sábado, 8 de diciembre de 2007

¿por qué me gusta tanto? en FunCEB



(Presentación del libro ¿por qué me gusta tanto? De Nilda Barba, Fundación Centro de Estudos Brasileiros, FunCEB, 11 de Octubre de 2007)

Buenas tardes.
En primer lugar agradecer la invitación de la Fundación Centro de Estudos Brasileiros y toda su gente en el nombre de Milena Bochniak por el espacio y la calidez con la que nos recibieron para presentar el libro de Nilda Barba, ¿por qué me gusta tanto?, y por supuesto la presencia de todos y cada uno de ustedes en la sala.
Vengo de Comodoro Rivadavia, una ciudad ubicada en la provincia del Chubut, en el centro del Golfo San Jorge casi en el límite con Santa Cruz, en la Patagonia Argentina. Un lugar donde el mar muestra los colores del cielo y el estado de ánimo y es azul profundo, verde, celeste, o levanta los rulos blancos enojado con el viento. Es un lugar donde el viento habla con voz de lobo y aúlla las noticias de la meseta y se vuelve blanco como la nieve o abrasador con los vapores del desierto. Es un lugar donde la gente quiebra la greda en busca de petróleo y envejece por el frío y sus rostros se cincelan con las marcas del tiempo y aquellos aullidos. La gente también intenta romper la greda con semillas, con árboles y añoran cada uno de los lugares de donde provienen. La gente resiste también con una pluma en la mano indagando sobre su propia vida, sobre lo que siente y dice como puede, a veces imitando al viento lobo. La gente es árida como la greda y dura para movilizarse al ritmo del arte, pero también es cálida cuando se permite recibirla. En ese lugar tan joven culturalmente, con apenas 106 años y más de 50 años de gobiernos militares y su consecuencia, es que nace, crece y se reproduce la editorial “Vela al Viento”.
En la Patagonia todas las distancias son más grandes, todas las distancias se duplican y domina el tono un pasaje, un viaje, el mismo tránsito de uno y hacia uno mismo. Y es ese viaje, esa tarea que pretendemos iluminar con esta “Vela al viento”.
El trabajo de editor brinda la posibilidad de conocer las obras previamente a los ojos lectores – que son los principales destinatarios, más allá de la crítica y la academia – y preparar de la mejor manera los textos para que el objeto libro también sea atractivo.
El trabajo de editor, como lo he encarado, permite tener un acercamiento a la obra y sugerir correcciones, procurar la permanente participación del autor en todos los detalles, y lograr así la plena satisfacción del escritor con su libro.
En este caso el libro como objeto es un motivo de orgullo para la Editorial, ya que es casi tan bello como los poemas de Nilda, y los acompaña. Un formato poco habitual – cuadrado de 20 x 20 - lo destaca en la biblioteca, su diseño interior es también original y la tipografía es suave y agradable al ojo. Las fotografías que actúan como separadores en cada capítulo, van en el mismo sentido que los textos conformando una obra integral. Los fotogramas de Ioana Menéndez tienen en sí mismas una carga de poesía visual tal, que los poemas encuentran en ellos otra forma más de decir y preguntar.
Si me permiten les mostramos su trabajo.
(proyección de powerpoint)

No hace mucho tiempo me preguntaban sobre la utilidad de la poesía en el tercer milenio. La pregunta lleva en sí misma una revisión de la palabra servir por un lado, y por el otro obliga a pensar en por qué escribir y leer poesía en este comienzo de siglo. Y también por qué hacerlo antes, en el siglo pasado o en los anteriores.
Servir es valer, ser útil para un determinado fin – el valor de la poesía, su utilidad y esta ¿en qué sentido? ¿para qué es útil? Un destornillador es útil, pero si tengo que quitar un clavo de una tabla, seguramente me va a resultar inútil -. Servir también es poner la pelota en juego, y es quizás dable pensar en esta última definición. “El juego en que andamos”, dice bien Juan Gelman. Esta posibilidad de “andar en juego”, de servir la palabra para su devolución y que ese ida y vuelta permita el juego, para ganar claro, aún cuando no esté bien definido quien vence y en todo caso, ¿a quién le importa?
En la poética de Nilda Barba el juego y la infancia, los secretos y misterios, la danza de las pupilas en la naturaleza y el asombro se presentan claramente, como si aquellas fotos de antaño hubieran sido tomadas con las huellas digitales en el corazón. Sirven las palabras de Nilda para volver sobre aquellos juegos que intentaban dilucidar la otra cara de las cosas y también de las palabras.

El poeta Raúl Gustavo Aguirre decía que “la palabra es el elemento más complejo que existe para la creación, puesto que no sólo se comporta en su polivalencia de sonido, imagen y concepto, sino que a la vez está imbuida del curso de la sangre a través de las edades, y permanecen en ella las formas larvales de los hábitos, resquicios, sedimentos, formas mnemónicas, convenciones, tabúes y secuencias imponderables e impredecibles que hacen de ella el más impuro, el más complicado y, a la vez, el mas rico de los elementos que puede encontrar un creador”, y agrega que “el poema es el acto más difícil de que se es capaz. Ninguna forma de creación requiere como él de la presencia absoluta. Ninguna otra forma de creación requiere como él del dominio de tantas alternativas”. Y entonces el valor de este libro, por esta tarea, por este oficio, por estos actos expuestos, es de mayor trascendencia aún.
En ¿por qué me gusta tanto? el trabajo creativo consiste en una amalgama de palabras que viajan a través de los sentidos, valiéndose de ellos en la construcción precisa y preciosa de imágenes, que nos permiten trasladarnos a través del cuerpo por recuerdos, sensaciones y reflexiones en busca de las certezas que nunca llegan, como en la vida misma y sea cual fuere la forma elegida para la creación. Así florecen las preguntas vitales del sentido mismo en los jardines, así se indaga en los cuentos y en los espejos, se urden laberintos por los cuales la poeta parece abandonarnos no sin dejar un hilo de color carmesí hacia la salida que solamente puede hallarse si se está atento a nuestra propia e inconfundible voz.

Fue el tono inquisidor de ¿por qué me gusta tanto?, el que me llevó a pensar en aquello que Roland Barthes sentenciaba a modo de definición, de descripción y quizás de sino: los escritores eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves: ¿Por qué te amo? ¿Por qué le tengo miedo a la muerte?
Y entonces si todos los temas condujeran a responder estas dos inquisiciones, si todas las palabras conformaran las flechas, el arco, el blanco e incluso la tensión de la cuerda y la decisión tras haber apuntado para responder aquellas preguntas barthesianas, no podemos dejar de pensar en que claramente aquello de servir en este siglo, en el anterior y en cada uno de los milenios que nos precedieron se responde solito y sin mas ayuda.
Creo que la poesía está más cerca de la filosofía y, dentro de esta, de la ontología que de la literatura, en un sitial de fundamental importancia a la hora de indagar – sobre todo – en la segunda de aquellas preguntas de Barthes.
Y entonces, hasta tanto no tengamos las respuestas estamos obligados a seguir buscándolas, y de qué mejor manera que hacerlo a través de cada una de las poéticas que nos habitan y nos habitarán, conformando la propia. La mejor manera de servir a estos fines humanos de indudable trascendencia, es a través de la poesía. En ese juego andamos aquellos que vivimos con la esperanza, los que soñamos despiertos, mientras el mundo parece intentar que el ser humano deje de serlo, cambie su condición para deshumanizarse y simplemente estar.
¿por qué los alfileres en mis alas? dice Nilda, con precisión para hablarnos de los castigos al vuelo y a la creación. ¿qué será del canto de la propia voz?, en una reflexión hacia la individualidad en un mundo de parecidos y uniformados al mismo tono. ¿cajones o sarcófagos? dice, y nos empuja a pensar en nuestras pequeñas muertes cotidianas, en lo pendiente, en el tiempo que pasó y en el que nos falta.

¿por qué me gusta tanto? es un libro sensacional, en el lato sentido de la palabra. Procura transmitir mediante imágenes claras y un lenguaje muy cuidado, las distintas etapas de la vida, y logra conmover la fibra íntima, esa que nos permite sentir cuándo se está frente a la verdadera poesía.
El ritmo, su musicalidad, su tono son propios de quien ha encontrado su palabra, su voz, y en ella y desde ella, Nilda Barba crece con comodidad, dice con claridad y pregunta con sinceridad. ¿por qué no nos acunan? ¿por qué no nos cuentan de princesas? ¿quién ha de recordar?
Los poemas preguntan, no ya para obtener una respuesta, sino para generar en quien se asoma al libro una invitación a recrear las preguntas, a ubicarlas en otro plano, a repreguntarse sobre estas inquisiciones y hacerlas propias. ¿Qué más los une? ¿cuándo? ¿para qué baldear? ¿cuándo es hora de volver?
Nuestras propias inquisiciones son ese motor que nos lleva a escribir. ¿mi última jugada? ¿se acabaron los peces? ¿dónde los besos?
Son nuestras propias inquisiciones las que nos hacen crecer. Son ellas entonces las que viven en ¿por qué me gusta tanto?.
Los invito a conocerlas, a disfrutarlas y sobre todo a vivirlas en la belleza tan presente en las hojas de este libro inquisidor, profundo y maravilloso de Nilda Barba.

Nuestras propias inquisiciones

(Presentación del libro ¿por qué me gusta tanto? De Nilda Barba, Ciclo Último Infierno de APOA, Bar Bartolomeo, 8 de Agosto de 2007)

Buenas noches.
En primer lugar agradecer la invitación de APOA en el nombre de Cayetano Zemborain por el espacio en este ciclo para presentar el libro de Nilda Barba, ¿por qué me gusta tanto?
El trabajo de editor brinda la posibilidad de conocer las obras previamente a los ojos lectores – que son los principales destinatarios, más allá de la crítica y la academia – y preparar de la mejor manera los textos para que el objeto libro también sea atractivo.
El trabajo de editor, como lo he encarado, permite tener un acercamiento a la obra y sugerir correcciones, procurar la permanente participación del autor en todos los detalles, y lograr así la plena satisfacción del escritor con su libro.
En este caso el libro como objeto es un motivo de orgullo para la Editorial, ya que es casi tan bello como los poemas de Nilda, y los acompaña. Un formato poco habitual lo destaca en la biblioteca, su diseño interior es también original y la tipografía es suave y agradable al ojo. Las fotografías que actúan como separadores en cada capítulo, van en el mismo sentido que los textos conformando una obra integral. Los fotogramas de Ioana Menéndez tienen en sí mismas una carga de poesía visual tal, que los poemas encuentran en ellos otra forma más de decir y preguntar.
¿por qué me gusta tanto? es un libro sensacional, en el lato sentido de la palabra. Procura transmitir mediante imágenes claras y un lenguaje muy cuidado, las distintas etapas de la vida, y logra conmover la fibra íntima, esa que nos permite sentir cuándo se está frente a la verdadera poesía.
El ritmo, su musicalidad, su tono son propios de quien ha encontrado su palabra, su voz, y en ella y desde ella, Nilda Barba crece con comodidad, dice con claridad y pregunta con sinceridad.
Los poemas preguntan, no ya para obtener una respuesta, sino para generar en quien se asoma al libro una invitación a recrear las preguntas, a ubicarlas en otro plano, a repreguntarse sobre estas inquisiciones y hacerlas propias.
Nuestras propias inquisiciones son ese motor que nos lleva a escribir.
No hace mucho tiempo me preguntaban sobre la utilidad de la poesía en el tercer milenio. La pregunta lleva en sí misma una revisión de la palabra servir por un lado, y por el otro obliga a pensar en por qué escribir y leer poesía en este comienzo de siglo. Y también por qué hacerlo antes, en el siglo pasado o en los anteriores.
Servir es valer, ser útil para un determinado fin – el valor de la poesía, su utilidad y esta ¿en qué sentido? ¿para qué es útil? Un destornillador es útil, pero si tengo que quitar un clavo de una tabla, seguramente me va a resultar inútil -. Servir también es poner la pelota en juego, y es quizás dable pensar en esta última definición. “El juego en que andamos”, dice bien Juan Gelman. Esta posibilidad de “andar en juego”, de servir la palabra para su devolución y que ese ida y vuelta permita el juego, para ganar claro, aún cuando no esté bien definido quien vence y en todo caso, ¿a quién le importa?
También pensaba en aquello que Roland Barthes sentenciaba a modo de definición, de descripción y quizás de sino: los escritores eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves: ¿Por qué te amo? ¿Por qué le tengo miedo a la muerte?
Y entonces si todos los temas condujeran a responder estas dos inquisiciones, si todas las palabras conformaran las flechas, el arco, el blanco e incluso la tensión de la cuerda y la decisión tras haber apuntado para responder aquellas preguntas barthesianas, no podemos dejar de pensar en que claramente aquello de servir en este siglo, en el anterior y en cada uno de los milenios que nos precedieron se responde solito y sin mas ayuda.
Creo firmemente que la poesía está más cerca de la filosofía y, dentro de esta, de la ontología que de la literatura, en un sitial de fundamental importancia a la hora de indagar – sobre todo – en la segunda de aquellas preguntas de Barthes.
Y entonces, a la pregunta inicial, debemos decir que sí, que hasta tanto no tengamos las respuestas estamos obligados a seguir buscándolas, y de qué mejor manera que hacerlo a través de cada una de las poéticas que nos habitan y nos habitarán, conformando la propia. La mejor manera de servir a estos fines humanos de indudable trascendencia, es a través de la poesía. En ese juego andamos aquellos que vivimos con la esperanza, los que soñamos despiertos, mientras el mundo parece intentar que el ser humano deje de serlo, cambie su condición para deshumanizarse y simplemente estar.
Son nuestras propias inquisiciones entonces las que viven en ¿por qué me gusta tanto? Los invito a conocerlas, a disfrutarlas y sobre todo a vivirlas en la belleza tan presente en el libro de Nilda Barba.

La poesía despierta

(Presentación del libro de Ernesto Allende, 13 de Julio de 2007, en el Concejo Deliberante de Rada Tilly)

“El sueño de los que están despiertos es la esperanza”, decía Carlomagno. Y esta esperanza en la vigilia de los que aquí estamos alimenta la fuerza de la palabra poesía.
Toda aparición de un libro debe tornarse una fiesta, una celebración y como tal disfrutarse. Es una muestra de la resistencia que los hacedores - casi en silencio – llevan adelante cotidianamente, despiertos. Se levanta entonces una bandera de esperanza para los que siguen haciendo y nos alimenta en la lucha.
No hace mucho tiempo me preguntaban sobre la utilidad de la poesía en el tercer milenio. La pregunta lleva en sí misma una propuesta de revisión de la palabra servir por un lado, y por el otro obliga a pensar en el por qué escribir y leer poesía en este comienzo de siglo. Y también el por qué hacerlo antes, en el siglo pasado o en los anteriores.
Es seguramente posible pensar inmediatamente en las posiciones que se adoptan respecto de lo que llamamos cultura oficial y la independiente, en movimientos que tienen que ver con el apoyo, financiamiento y propulsión que la una – a veces en forma obscena – ostenta respecto de la otra, y como el underground resiste y genera canales alternativos, se sirve de formas y medios no convencionales para seguir con vida. Aunque no lo parezca la cultura oficial sirve a un discurso y a políticas ciertas y definidas. Digo aunque no lo parezca porque suelen extrañarse las explicaciones y los programas y el planeamiento en cuanto a lo que se refiere a políticas culturales que debieran estar claramente descriptas en cualquier plan de gobierno que se precie de tal, y sin embargo rara vez se dan a conocer, y cuando se exponen al público en general no se trata de otra cosa que no sea un detallado inventario de obras públicas.
La política cultural subyace y continúa siendo la misma desde hace varias décadas aún cuando los gobiernos cambien y las distintas ideologías – o debiera decir discursos – han ejercido el poder con exacto balance final, una vez concluidos sus respectivos mandatos: escaso presupuesto, un 80 % del mismo resulta aplicado al pago de sueldos del personal – rara vez capacitado -, y el 20 % restante sirve para la gestión de infraestructura para la presentación de los artistas que son afines al gobierno. No se procura el desarrollo de ningún tipo de arte, no se sabe quienes son los hacedores, los beneficiarios son siempre los mismos y se sabe que, cual si fuera un archipiélago, las islas difícilmente se conecten entre si para formar un bloque que permita exigir mejoras en este estado de situación. No pueden los poetas, los escritores, los artistas plásticos, los fotógrafos, los músicos, los artesanos, hacer un piquete, declararse en rebeldía, hacer un paro y no crear nada mas hasta tanto las condiciones mejoren.
A la poesía “no se le importa un pito” todo esto, aunque sí a los poetas.
Servir es trabajar para alguien, y hay poetas que sirven y otros que no a los fines de la cultura oficial, de la continuidad de la situación mísera y degradante en la que se hace arte en nuestra Argentina.
Servir es valer, ser útil para determinado fin – el valor de la poesía, su utilidad y esta ¿en qué sentido? ¿para qué es útil? Un destornillador es útil, pero si tengo que quitar un clavo de una tabla, seguramente me va a resultar inútil -. Servir también es poner la pelota en juego, y es quizás dable pensar en esta última definición. “El juego en que andamos”, dice bien Juan Gelman. Esta posibilidad de “andar en juego”, de servir la palabra para su devolución y que ese ida y vuelta permita el juego, para ganar claro, aún cuando no esté bien definido quien vence y en todo caso, ¿a quién le importa?
También pensaba en aquello que Roland Barthes sentenciaba a modo de definición, de descripción y quizás de sino: los escritores eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves: ¿Por qué te amo? ¿Por qué le tengo miedo a la muerte?
Y entonces si estos fueran los definitivos temas y no hubiera nada mas sobre lo que escribir, o mejor dicho, si todos los temas condujeran a responder estas dos inquisiciones, si todas las palabras conformaran las flechas, el arco, el blanco e incluso la tensión de la cuerda y la decisión tras haber apuntado para responder aquellas preguntas barthesianas, no podemos dejar de pensar en que claramente aquello de servir en este siglo, en el anterior y en cada uno de los milenios que nos precedieron se responde solito y sin mas ayuda.
Creo firmemente que la poesía está más cerca de la filosofía y, dentro de esta, de la ontología que de la literatura, en un sitial de fundamental importancia a la hora de indagar – sobre todo – en la segunda de aquellas preguntas de Barthes.
Y entonces, a la pregunta inicial, debemos decir que sí, que hasta tanto no tengamos las respuestas estamos obligados a seguir buscándolas, y de qué mejor manera que hacerlo a través de cada una de las poéticas que nos habitan y nos habitarán, conformando la propia. La mejor manera de servir a estos fines humanos de indudable trascendencia, es a través de la poesía. En ese juego andamos aquellos que vivimos con la esperanza, los que soñamos despiertos, mientras el mundo parece intentar que el ser humano deje de serlo, cambie su condición para deshumanizarse y simplemente estar.
En la presentación del libro de Nilda Barba “¿Por qué me gusta tanto?”, poeta porteña que fuera también editada por Vela al Viento, otra poeta, Carina Paz, que acompañaba a la autora, traía una anécdota que me pareció debía compartir con ustedes hoy.
Contaba Carina que cierta vez en una cena entre amigos y en su casa, le preguntaron a un tan olvidado como excelente poeta, Joaquín Giannuzzi, qué era la poesía.
Gianuzzi observó que en el centro de la mesa había un arreglo floral. Tomó una rosa de allí y se la acercó a quien hacía la pregunta y le respondió con otra pregunta. Le dijo: ¿te gusta?. El inquisidor respondió “si, claro”. Gianuzzi volvió a preguntar, “¿por qué te gusta?”. El otro respondió “porque tiene un color rojo hermoso y su aroma es increíble y…” Gianuzzi lo interrumpió y le dijo: “no, no te pedí que me la describas sino que me dijeras por qué te gusta la rosa”. El otro dijo: “no, no sé”. Gianuzzi sonrió, volvió a hacerse hacia atrás en su silla y le dijo: “eso es poesía”.
Muchas gracias Ernesto, por confiar en Bogavante para la edición de Sueños y Recuerdos, muchas gracias a todos por acompañar esta presentación, y a los organizadores de este acto por la atención y disposición del personal municipal de la Biblioteca Asencio Abeijón en la persona de Ismaela López. Nuevamente muchas gracias.

Figura asomada a la ventana

(Presentación del libro de Claudia Zárate, “Poeta de Sueños” (poemas, Bogavante Poesía, Comodoro Rivadavia, 2007) 26 de Abril de 2007, en el CEPTUR de Comodoro Rivadavia)

En principio quería agradecer la disposición y buena voluntad de los empleados municipales que tienen a su cargo el CEPTUR y que nos permiten estar aquí hoy. También un especial agradecimiento a José Luis Villarroel, quien nos brinda la asistencia técnica en el sonido que respondió solícitamente a un llamado de última hora y que nos permite hacernos oír.
Y en un apartado a la presentación quiero decir que nos acompaña para hablar del libro “Poeta de Sueños” el escritor Ernesto Allende, quien ha decidido apartarse de la presidencia de la Biblioteca Darío Hugo Fernández del Barrio San Martín tras quince años de denodada labor, de múltiples alegrías y unos cuantos sinsabores y tristezas. Seguramente coincideran conmigo en reconocer su trabajo y valoremos su esfuerzo y ejemplo con nuestro mejor aplauso.
Todos los libros tienen una historia atrás, además de las que muestra en su interior. Una historia que está debajo de la solapa, una historia que no se conoce y que muchas veces queda subordinada y olvidada detrás de la alegría que implica la aparición de un libro, sobre todo si se trata de un libro patagónico y ni que hablar si además es comodorense y que significa el primero de una escritora que así se presenta ante el público.
Siempre estas historias hablan del sacrificio que implica el hacer en estas tierras, como el labrar la greda hasta el hastío, siempre cuentan sobre las dificultades sorteadas y a sortear. No es fácil este oficio del escribir, no es nada fácil lograr que la gente se interese, ingrese al libro de poemas y se conmueva, no es nada fácil proponerse el llegar a la gente con palabras sencillas y desde el corazón, como es lo que pretende Claudia Zárate, sobre todo porque ha elegido y como en toda elección hay un montón de opciones que han quedado de lado, entre ellas la academia y los rótulos y etiquetas que caerán aún cuando pase el tiempo sobre los textos. Pero eso será materia de otro análisis, el que se pretende hacer desde algunos claustros donde hay formas y catálogos, influencias y estanterías, pero donde generalmente se olvida o no se permite sentir o vibrar, emocionarse y asombrarse con un texto. Quiero decir que Claudia ha elegido un camino claro y definido para comenzar: llegar a la gente con lo que tiene que decir y es claro su destinatario.
Y no sería esto posible si en esta travesía no tuviera a su lado a Lorenzo, su marido, quien ha apoyado sin reparos, con sinceridad, y sobre todo con amor, el nacimiento de este libro. Pero la historia que me ocupa es otra, es la de la tapa del libro. “Poeta de sueños” llegó a mis manos sin tapa. No tenía ninguna imagen previa, ni alguna que la autora hubiera pensado para ilustrar y presentar sus poemas. Coincidió con la llegada del libro que estaba yo buscando imágenes para otro proyecto editorial, mientras editaba los poemas de Claudia. Cuando terminé de leerlo y de prepararlo para ser impreso y absolutamente de casualidad, llegó a mis manos un libro con fotos de cuadros de Salvador Dalí, ese genial artista español, quizás ícono del surrealismo en las artes plásticas. Había varias opciones, sobre todo porque la figura femenina habita la obra de Dalí, pero éste cuadro en particular, que se llama “Figura asomada a la ventana” de 1925, es particularmente una de las mas sencillas de este enorme pintor, digo sencillas para quien como yo, es un semi analfabeto en estas lides.
Entre las cuatro o cinco opciones presentadas a Claudia, ella sin dudar eligió la que Uds. pueden ver ahora publicada como tapa del libro. Nunca me dijo por qué la había elegido pero lo hizo de una manera clara y contundente.
Mientras armaba la tapa comencé a pensar y tratar de entender el por qué de la elección y entonces volví a leer su poemario, ya por quinta o sexta vez. Y era clarísimo. La figura asomada a la ventana es la de una mujer sola, contemplando con tranquilidad hacia fuera, como esperando la llegada de alguien y que justamente refleja en uno de los poemas en el interior, pero también puede verse en la imagen de esa ventana un cerro que divide cielo y mar, tan presentes en la poética de todo autor patagónico. Esas inmensidades que parecen rodearlo todo, cielo arriba, el mar donde la meseta no llega y de lo contrario todo el desierto, todo ese desierto que no es tal y que a veces parece estar en silencio como la noche, y solo hay que saber escuchar el dictado interno, la fibra que vibra.
Claudia Zárate escribe mirando por la ventana, que curiosamente es de una sola ala, pero se trata de una ventana que abre hacia fuera o bien hacia adentro, y como en el cuadro de Dalí las cortinas están corridas, están allí, pero no las usa ni para velar la luz, ni para ocultar lo que sucede puertas adentro o quizás ventanas adentro de su casa.
El cuadro ofrece equidistancia y equilibrio entre el cielo y el mar que separa ese cerro, y la figura asomada a la ventana levanta el pie derecho para mirar. Y esto es también toda una analogía. Esta posibilidad de escribir con un pie apoyado en el piso de su casa, un pie a tierra, ese contacto con la cotidianidad necesario para contar su tiempo y realidad, el pie izquierdo del lado donde está el corazón, y el otro, curiosamente el derecho, el lado de la creatividad, el lado donde se ubica la lapicera en el aire, volando, creando.
La poesía no es un arte menor, ni un género “cenicienta” como algunos pretenden, ni está en extinción. La poesía está mas cerca de la ontología o la filosofía que de la literatura, y en esta zona nos encontramos, cuando nos lo permitimos, más humanos, más cercanos.
El poeta Raúl Gustavo Aguirre decía que “la palabra es el elemento más complejo que existe para la creación, puesto que no sólo se comporta en su polivalencia de sonido, imagen y concepto, sino que a la vez está imbuida del curso de la sangre a través de las edades, y permanecen en ella las formas larvales de los hábitos, resquicios, sedimentos, formas mnemónicas, convenciones, tabúes y secuencias imponderables e impredecibles que hacen de ella el más impuro, el más complicado y, a la vez, el mas rico de los elementos que puede encontrar un creador”, y agrega que “el poema es el acto más difícil de que es capaz el hombre. Ninguna forma de creación requiere como él de la presencia absoluta. Ninguna otra forma de creación requiere como él del dominio de tantas alternativas”.
Y allí entonces, Claudia Zárate, con su libro “Poeta de sueños” sumida en el dominio de alternativas y con la palabra como el elemento elegido para la creación, levantando su pie derecho y mirando por la ventana. Creo que entendí por qué eligió este cuadro y no otro.
Gracias, Claudia, por elegir a Bogavante para editar tu libro y que vengan muchos más.

La Idiocracia

(Presentación del libro de Ernesto Allende, 30 de Marzo de 2007, en el CEPTUR de Comodoro Rivadavia)

Tenía pensado hablar de otra cosa hoy en la presentación del libro de Ernesto. Había decidido no pasar el chivo de la editorial por sugerencia de Jorge Giallorenzi en la reunión de ayer. Había pensado en destacar que toda publicación de un libro – sobre todo de poesía – debe ser una fiesta y como tal, disfrutarse. Había pensado en tratar de que el público presente hiciera algún tipo de paréntesis para pensar en por qué se edita poesía hoy, en un mundo que parece mas virtual que real. Quería saber si es cierto que la gente no lee poesía, si es cierto que se edita más de lo que se lee, si se escribe aún mas de lo que se edita, si es cierto que es la cenicienta de la literatura, si es cierto – como algunos dicen – que se nos muere en las mesas de saldos de las librerías, si acaso es, como creo, un pariente mas cercano de la filosofía o de la ontología que de la literatura. Pretendía que, con las líneas que había escrito, pudiéramos al menos pensar si es posible que la poesía pueda ser catalogada. No faltará quien hable de “poesía barrial” seguramente, o de cualquier otro rótulo, como si a la poesía le hicieran falta las estanterías de la academia o como si no fuera un arte y habláramos de fideos o cortes de carne. Quizás sea de humanos hacerlo, quizás sea una forma de poder contar y compartir o de entenderla y aprehenderla, pero es claro que a la poesía difícilmente le caigan bien las etiquetas. Con el correr de los ojos sobre el libro aparecerán – seguramente – las distintas miradas sobre los versos, sobre las palabras como lo comentábamos hace unos días con el propio Ernesto: esa multiplicidad de lecturas que hacen que haya tantos “Sueños y Recuerdos” como ojos lectores se posen sobre él. Hubiera querido contar mi experiencia en el Festival Internacional de Poesía de Rosario donde pude escuchar a poetas de Uruguay, Brasil, Cuba, Inglaterra, Austria, Bulgaria, España y obviamente de distintos puntos de nuestro país, y que remiten a esto justamente: Uno puede escuchar las mejores voces del planeta, puede escuchar los poemas mejor escritos del mundo, puede admirar las técnicas y recursos del idioma – incluso en los extranjeros – pero sin lugar a dudas hay una fibra interior que vibra cuando se está frente a la poesía en serio, poesía que moviliza, poesía que transmite, poesía en la que el poeta se expone y deja jirones de su piel en ella. Esa es la prueba de fuego. Eso que se siente muy adentro de uno, ese verso que dispara directamente al centro de uno, esa palabra que remite a un beso, a una mirada, a los movimientos del alma, a los latidos y a las ideas, eso que nos mueve es poesía.
Claro está que las noticias de este ataque artero y detestable contra la Biblioteca del Barrio San Martín, creada por Allende, cambiaron el tono, el tema y todo lo que uno podría decir en condiciones normales. Ayer pasé por un local donde alquilan DVDs - ¿Cómo se llaman? Antes eran videoclubes y ahora? Dividiclubes? – Allí se promocionaba una película llamada La idiocracia. No la vi, pero enseguida me hizo pensar y elucubrar sobre este, nuestro tiempo. Seguramente han sonado los ringtones, seguramente la mayoría tenemos celular, muchos lo tienen encendido, un cierto aire de consumo nos lleva a cambiar nuestros electrodomésticos, nuestra forma de escuchar música, nuestra forma de vestir, nuestra forma de hablar y comunicarnos. Mas lejos pero globalizados. Gente del barrio que se comunica por e-mail, amigos que se juntan en el chat, solos que olvidan lo que provoca un beso o un abrazo, las caricias que se enfrían en la falta de costumbre, y entonces el archipiélago de humanos se idiotiza con un tv de 29 pulgadas y se deja gobernar por los mismos de hace 20 años atrás, pero reciclados. La idiocracia: los idiotas útiles al poder.
Esta lejanía es a la que Allende se enfrenta con la Biblioteca, es a esta desinformación a la que pretende aniquilar, es en esa trinchera donde se cargan las armas más justas.
Y entonces aparecieron ante mí un sinfín de recuerdos con Ernesto como protagonista. Memoria de pequeñas batallas: La inauguración del local de SADE allá por el 96 en la calle Rivadavia, el Congreso de Escritores del 97, el viaje a Aysén para un encuentro de escritores, la presentación de la revista Bardo en la Biblioteca, donde me acompañara Leslie Burón con su prodigiosa guitarra – me acuerdo que fuimos por un ratito y al final nos quedamos como dos horas hablando de música y de poesía -, y después su lucha denodada para mantenerla funcionando, para que la Darío Fernández tuviera la participación de los vecinos, para llevar los libros a cada casa.
Hoy veía las fotos de cenizas y me puse en campaña para juntar los libros que traje, que no son muchos, pero en su mayoría son libros de autores patagónicos, y los que no lo son pertenecen a ediciones independientes, de esos que no se consiguen en las librerías porteñas, ni en las cadenas de librerías con nombre de mujer. También hablé con algunos amigos y ya existe el compromiso de varios de ellos – ligados a librerías, distribuidoras, editoriales y medios gráficos – para hacernos llegar material para la Biblioteca.
Hoy veía las fotos de cenizas y cuando empecé a recibir estas respuestas pensé en que la lucha de Ernesto por mantener viva la Biblioteca solo puede estar fundada en su amor por los libros, en un profundo compromiso con su gente, en el convencimiento de que la solución está en los libros y no en el ojo por ojo, y en su tozudez.
Hoy veía las fotos de cenizas y ahora veo a “Sueños y Recuerdos” como una simiente de luz.
No afloje Ernesto, sus amigos y los que sabemos de que se trata somos tan tozudos como Usted y estamos de su lado.
Bienvenido “Sueños y Recuerdos”.