(Presentación del libro ¿por qué me gusta tanto? De Nilda Barba, Fundación Centro de Estudos Brasileiros, FunCEB, 11 de Octubre de 2007)
Buenas tardes.
En primer lugar agradecer la invitación de la Fundación Centro de Estudos Brasileiros y toda su gente en el nombre de Milena Bochniak por el espacio y la calidez con la que nos recibieron para presentar el libro de Nilda Barba, ¿por qué me gusta tanto?, y por supuesto la presencia de todos y cada uno de ustedes en la sala.
Vengo de Comodoro Rivadavia, una ciudad ubicada en la provincia del Chubut, en el centro del Golfo San Jorge casi en el límite con Santa Cruz, en la Patagonia Argentina. Un lugar donde el mar muestra los colores del cielo y el estado de ánimo y es azul profundo, verde, celeste, o levanta los rulos blancos enojado con el viento. Es un lugar donde el viento habla con voz de lobo y aúlla las noticias de la meseta y se vuelve blanco como la nieve o abrasador con los vapores del desierto. Es un lugar donde la gente quiebra la greda en busca de petróleo y envejece por el frío y sus rostros se cincelan con las marcas del tiempo y aquellos aullidos. La gente también intenta romper la greda con semillas, con árboles y añoran cada uno de los lugares de donde provienen. La gente resiste también con una pluma en la mano indagando sobre su propia vida, sobre lo que siente y dice como puede, a veces imitando al viento lobo. La gente es árida como la greda y dura para movilizarse al ritmo del arte, pero también es cálida cuando se permite recibirla. En ese lugar tan joven culturalmente, con apenas 106 años y más de 50 años de gobiernos militares y su consecuencia, es que nace, crece y se reproduce la editorial “Vela al Viento”.
En la Patagonia todas las distancias son más grandes, todas las distancias se duplican y domina el tono un pasaje, un viaje, el mismo tránsito de uno y hacia uno mismo. Y es ese viaje, esa tarea que pretendemos iluminar con esta “Vela al viento”.
El trabajo de editor brinda la posibilidad de conocer las obras previamente a los ojos lectores – que son los principales destinatarios, más allá de la crítica y la academia – y preparar de la mejor manera los textos para que el objeto libro también sea atractivo.
El trabajo de editor, como lo he encarado, permite tener un acercamiento a la obra y sugerir correcciones, procurar la permanente participación del autor en todos los detalles, y lograr así la plena satisfacción del escritor con su libro.
En este caso el libro como objeto es un motivo de orgullo para la Editorial, ya que es casi tan bello como los poemas de Nilda, y los acompaña. Un formato poco habitual – cuadrado de 20 x 20 - lo destaca en la biblioteca, su diseño interior es también original y la tipografía es suave y agradable al ojo. Las fotografías que actúan como separadores en cada capítulo, van en el mismo sentido que los textos conformando una obra integral. Los fotogramas de Ioana Menéndez tienen en sí mismas una carga de poesía visual tal, que los poemas encuentran en ellos otra forma más de decir y preguntar.
Si me permiten les mostramos su trabajo.
(proyección de powerpoint)
No hace mucho tiempo me preguntaban sobre la utilidad de la poesía en el tercer milenio. La pregunta lleva en sí misma una revisión de la palabra servir por un lado, y por el otro obliga a pensar en por qué escribir y leer poesía en este comienzo de siglo. Y también por qué hacerlo antes, en el siglo pasado o en los anteriores.
Servir es valer, ser útil para un determinado fin – el valor de la poesía, su utilidad y esta ¿en qué sentido? ¿para qué es útil? Un destornillador es útil, pero si tengo que quitar un clavo de una tabla, seguramente me va a resultar inútil -. Servir también es poner la pelota en juego, y es quizás dable pensar en esta última definición. “El juego en que andamos”, dice bien Juan Gelman. Esta posibilidad de “andar en juego”, de servir la palabra para su devolución y que ese ida y vuelta permita el juego, para ganar claro, aún cuando no esté bien definido quien vence y en todo caso, ¿a quién le importa?
En la poética de Nilda Barba el juego y la infancia, los secretos y misterios, la danza de las pupilas en la naturaleza y el asombro se presentan claramente, como si aquellas fotos de antaño hubieran sido tomadas con las huellas digitales en el corazón. Sirven las palabras de Nilda para volver sobre aquellos juegos que intentaban dilucidar la otra cara de las cosas y también de las palabras.
El poeta Raúl Gustavo Aguirre decía que “la palabra es el elemento más complejo que existe para la creación, puesto que no sólo se comporta en su polivalencia de sonido, imagen y concepto, sino que a la vez está imbuida del curso de la sangre a través de las edades, y permanecen en ella las formas larvales de los hábitos, resquicios, sedimentos, formas mnemónicas, convenciones, tabúes y secuencias imponderables e impredecibles que hacen de ella el más impuro, el más complicado y, a la vez, el mas rico de los elementos que puede encontrar un creador”, y agrega que “el poema es el acto más difícil de que se es capaz. Ninguna forma de creación requiere como él de la presencia absoluta. Ninguna otra forma de creación requiere como él del dominio de tantas alternativas”. Y entonces el valor de este libro, por esta tarea, por este oficio, por estos actos expuestos, es de mayor trascendencia aún.
En ¿por qué me gusta tanto? el trabajo creativo consiste en una amalgama de palabras que viajan a través de los sentidos, valiéndose de ellos en la construcción precisa y preciosa de imágenes, que nos permiten trasladarnos a través del cuerpo por recuerdos, sensaciones y reflexiones en busca de las certezas que nunca llegan, como en la vida misma y sea cual fuere la forma elegida para la creación. Así florecen las preguntas vitales del sentido mismo en los jardines, así se indaga en los cuentos y en los espejos, se urden laberintos por los cuales la poeta parece abandonarnos no sin dejar un hilo de color carmesí hacia la salida que solamente puede hallarse si se está atento a nuestra propia e inconfundible voz.
Fue el tono inquisidor de ¿por qué me gusta tanto?, el que me llevó a pensar en aquello que Roland Barthes sentenciaba a modo de definición, de descripción y quizás de sino: los escritores eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves: ¿Por qué te amo? ¿Por qué le tengo miedo a la muerte?
Y entonces si todos los temas condujeran a responder estas dos inquisiciones, si todas las palabras conformaran las flechas, el arco, el blanco e incluso la tensión de la cuerda y la decisión tras haber apuntado para responder aquellas preguntas barthesianas, no podemos dejar de pensar en que claramente aquello de servir en este siglo, en el anterior y en cada uno de los milenios que nos precedieron se responde solito y sin mas ayuda.
Creo que la poesía está más cerca de la filosofía y, dentro de esta, de la ontología que de la literatura, en un sitial de fundamental importancia a la hora de indagar – sobre todo – en la segunda de aquellas preguntas de Barthes.
Y entonces, hasta tanto no tengamos las respuestas estamos obligados a seguir buscándolas, y de qué mejor manera que hacerlo a través de cada una de las poéticas que nos habitan y nos habitarán, conformando la propia. La mejor manera de servir a estos fines humanos de indudable trascendencia, es a través de la poesía. En ese juego andamos aquellos que vivimos con la esperanza, los que soñamos despiertos, mientras el mundo parece intentar que el ser humano deje de serlo, cambie su condición para deshumanizarse y simplemente estar.
¿por qué los alfileres en mis alas? dice Nilda, con precisión para hablarnos de los castigos al vuelo y a la creación. ¿qué será del canto de la propia voz?, en una reflexión hacia la individualidad en un mundo de parecidos y uniformados al mismo tono. ¿cajones o sarcófagos? dice, y nos empuja a pensar en nuestras pequeñas muertes cotidianas, en lo pendiente, en el tiempo que pasó y en el que nos falta.
¿por qué me gusta tanto? es un libro sensacional, en el lato sentido de la palabra. Procura transmitir mediante imágenes claras y un lenguaje muy cuidado, las distintas etapas de la vida, y logra conmover la fibra íntima, esa que nos permite sentir cuándo se está frente a la verdadera poesía.
El ritmo, su musicalidad, su tono son propios de quien ha encontrado su palabra, su voz, y en ella y desde ella, Nilda Barba crece con comodidad, dice con claridad y pregunta con sinceridad. ¿por qué no nos acunan? ¿por qué no nos cuentan de princesas? ¿quién ha de recordar?
Los poemas preguntan, no ya para obtener una respuesta, sino para generar en quien se asoma al libro una invitación a recrear las preguntas, a ubicarlas en otro plano, a repreguntarse sobre estas inquisiciones y hacerlas propias. ¿Qué más los une? ¿cuándo? ¿para qué baldear? ¿cuándo es hora de volver?
Nuestras propias inquisiciones son ese motor que nos lleva a escribir. ¿mi última jugada? ¿se acabaron los peces? ¿dónde los besos?
Son nuestras propias inquisiciones las que nos hacen crecer. Son ellas entonces las que viven en ¿por qué me gusta tanto?.
Los invito a conocerlas, a disfrutarlas y sobre todo a vivirlas en la belleza tan presente en las hojas de este libro inquisidor, profundo y maravilloso de Nilda Barba.
Buenas tardes.
En primer lugar agradecer la invitación de la Fundación Centro de Estudos Brasileiros y toda su gente en el nombre de Milena Bochniak por el espacio y la calidez con la que nos recibieron para presentar el libro de Nilda Barba, ¿por qué me gusta tanto?, y por supuesto la presencia de todos y cada uno de ustedes en la sala.
Vengo de Comodoro Rivadavia, una ciudad ubicada en la provincia del Chubut, en el centro del Golfo San Jorge casi en el límite con Santa Cruz, en la Patagonia Argentina. Un lugar donde el mar muestra los colores del cielo y el estado de ánimo y es azul profundo, verde, celeste, o levanta los rulos blancos enojado con el viento. Es un lugar donde el viento habla con voz de lobo y aúlla las noticias de la meseta y se vuelve blanco como la nieve o abrasador con los vapores del desierto. Es un lugar donde la gente quiebra la greda en busca de petróleo y envejece por el frío y sus rostros se cincelan con las marcas del tiempo y aquellos aullidos. La gente también intenta romper la greda con semillas, con árboles y añoran cada uno de los lugares de donde provienen. La gente resiste también con una pluma en la mano indagando sobre su propia vida, sobre lo que siente y dice como puede, a veces imitando al viento lobo. La gente es árida como la greda y dura para movilizarse al ritmo del arte, pero también es cálida cuando se permite recibirla. En ese lugar tan joven culturalmente, con apenas 106 años y más de 50 años de gobiernos militares y su consecuencia, es que nace, crece y se reproduce la editorial “Vela al Viento”.
En la Patagonia todas las distancias son más grandes, todas las distancias se duplican y domina el tono un pasaje, un viaje, el mismo tránsito de uno y hacia uno mismo. Y es ese viaje, esa tarea que pretendemos iluminar con esta “Vela al viento”.
El trabajo de editor brinda la posibilidad de conocer las obras previamente a los ojos lectores – que son los principales destinatarios, más allá de la crítica y la academia – y preparar de la mejor manera los textos para que el objeto libro también sea atractivo.
El trabajo de editor, como lo he encarado, permite tener un acercamiento a la obra y sugerir correcciones, procurar la permanente participación del autor en todos los detalles, y lograr así la plena satisfacción del escritor con su libro.
En este caso el libro como objeto es un motivo de orgullo para la Editorial, ya que es casi tan bello como los poemas de Nilda, y los acompaña. Un formato poco habitual – cuadrado de 20 x 20 - lo destaca en la biblioteca, su diseño interior es también original y la tipografía es suave y agradable al ojo. Las fotografías que actúan como separadores en cada capítulo, van en el mismo sentido que los textos conformando una obra integral. Los fotogramas de Ioana Menéndez tienen en sí mismas una carga de poesía visual tal, que los poemas encuentran en ellos otra forma más de decir y preguntar.
Si me permiten les mostramos su trabajo.
(proyección de powerpoint)
No hace mucho tiempo me preguntaban sobre la utilidad de la poesía en el tercer milenio. La pregunta lleva en sí misma una revisión de la palabra servir por un lado, y por el otro obliga a pensar en por qué escribir y leer poesía en este comienzo de siglo. Y también por qué hacerlo antes, en el siglo pasado o en los anteriores.
Servir es valer, ser útil para un determinado fin – el valor de la poesía, su utilidad y esta ¿en qué sentido? ¿para qué es útil? Un destornillador es útil, pero si tengo que quitar un clavo de una tabla, seguramente me va a resultar inútil -. Servir también es poner la pelota en juego, y es quizás dable pensar en esta última definición. “El juego en que andamos”, dice bien Juan Gelman. Esta posibilidad de “andar en juego”, de servir la palabra para su devolución y que ese ida y vuelta permita el juego, para ganar claro, aún cuando no esté bien definido quien vence y en todo caso, ¿a quién le importa?
En la poética de Nilda Barba el juego y la infancia, los secretos y misterios, la danza de las pupilas en la naturaleza y el asombro se presentan claramente, como si aquellas fotos de antaño hubieran sido tomadas con las huellas digitales en el corazón. Sirven las palabras de Nilda para volver sobre aquellos juegos que intentaban dilucidar la otra cara de las cosas y también de las palabras.
El poeta Raúl Gustavo Aguirre decía que “la palabra es el elemento más complejo que existe para la creación, puesto que no sólo se comporta en su polivalencia de sonido, imagen y concepto, sino que a la vez está imbuida del curso de la sangre a través de las edades, y permanecen en ella las formas larvales de los hábitos, resquicios, sedimentos, formas mnemónicas, convenciones, tabúes y secuencias imponderables e impredecibles que hacen de ella el más impuro, el más complicado y, a la vez, el mas rico de los elementos que puede encontrar un creador”, y agrega que “el poema es el acto más difícil de que se es capaz. Ninguna forma de creación requiere como él de la presencia absoluta. Ninguna otra forma de creación requiere como él del dominio de tantas alternativas”. Y entonces el valor de este libro, por esta tarea, por este oficio, por estos actos expuestos, es de mayor trascendencia aún.
En ¿por qué me gusta tanto? el trabajo creativo consiste en una amalgama de palabras que viajan a través de los sentidos, valiéndose de ellos en la construcción precisa y preciosa de imágenes, que nos permiten trasladarnos a través del cuerpo por recuerdos, sensaciones y reflexiones en busca de las certezas que nunca llegan, como en la vida misma y sea cual fuere la forma elegida para la creación. Así florecen las preguntas vitales del sentido mismo en los jardines, así se indaga en los cuentos y en los espejos, se urden laberintos por los cuales la poeta parece abandonarnos no sin dejar un hilo de color carmesí hacia la salida que solamente puede hallarse si se está atento a nuestra propia e inconfundible voz.
Fue el tono inquisidor de ¿por qué me gusta tanto?, el que me llevó a pensar en aquello que Roland Barthes sentenciaba a modo de definición, de descripción y quizás de sino: los escritores eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves: ¿Por qué te amo? ¿Por qué le tengo miedo a la muerte?
Y entonces si todos los temas condujeran a responder estas dos inquisiciones, si todas las palabras conformaran las flechas, el arco, el blanco e incluso la tensión de la cuerda y la decisión tras haber apuntado para responder aquellas preguntas barthesianas, no podemos dejar de pensar en que claramente aquello de servir en este siglo, en el anterior y en cada uno de los milenios que nos precedieron se responde solito y sin mas ayuda.
Creo que la poesía está más cerca de la filosofía y, dentro de esta, de la ontología que de la literatura, en un sitial de fundamental importancia a la hora de indagar – sobre todo – en la segunda de aquellas preguntas de Barthes.
Y entonces, hasta tanto no tengamos las respuestas estamos obligados a seguir buscándolas, y de qué mejor manera que hacerlo a través de cada una de las poéticas que nos habitan y nos habitarán, conformando la propia. La mejor manera de servir a estos fines humanos de indudable trascendencia, es a través de la poesía. En ese juego andamos aquellos que vivimos con la esperanza, los que soñamos despiertos, mientras el mundo parece intentar que el ser humano deje de serlo, cambie su condición para deshumanizarse y simplemente estar.
¿por qué los alfileres en mis alas? dice Nilda, con precisión para hablarnos de los castigos al vuelo y a la creación. ¿qué será del canto de la propia voz?, en una reflexión hacia la individualidad en un mundo de parecidos y uniformados al mismo tono. ¿cajones o sarcófagos? dice, y nos empuja a pensar en nuestras pequeñas muertes cotidianas, en lo pendiente, en el tiempo que pasó y en el que nos falta.
¿por qué me gusta tanto? es un libro sensacional, en el lato sentido de la palabra. Procura transmitir mediante imágenes claras y un lenguaje muy cuidado, las distintas etapas de la vida, y logra conmover la fibra íntima, esa que nos permite sentir cuándo se está frente a la verdadera poesía.
El ritmo, su musicalidad, su tono son propios de quien ha encontrado su palabra, su voz, y en ella y desde ella, Nilda Barba crece con comodidad, dice con claridad y pregunta con sinceridad. ¿por qué no nos acunan? ¿por qué no nos cuentan de princesas? ¿quién ha de recordar?
Los poemas preguntan, no ya para obtener una respuesta, sino para generar en quien se asoma al libro una invitación a recrear las preguntas, a ubicarlas en otro plano, a repreguntarse sobre estas inquisiciones y hacerlas propias. ¿Qué más los une? ¿cuándo? ¿para qué baldear? ¿cuándo es hora de volver?
Nuestras propias inquisiciones son ese motor que nos lleva a escribir. ¿mi última jugada? ¿se acabaron los peces? ¿dónde los besos?
Son nuestras propias inquisiciones las que nos hacen crecer. Son ellas entonces las que viven en ¿por qué me gusta tanto?.
Los invito a conocerlas, a disfrutarlas y sobre todo a vivirlas en la belleza tan presente en las hojas de este libro inquisidor, profundo y maravilloso de Nilda Barba.
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