miércoles, 3 de diciembre de 2008

Sobre "filos de lata" desde Colombia

extraído del blog http://www.elmagodetucorazon.blogspot.com/ del autor colombiano Carlos Eduardo Rojas Arciniegas.


…El sobre es azul y tiene círculos amarillos (mi color preferido). Viene de Argentina por medio del correo oficial del país del sur. En la declaración se describe el contenido: Un libro de regalo. Vivamente emocionado lo abrí. Flotando en el colchón de un material que se utiliza para proteger (me refiero a una espacie de plástico interior) lo encontré. Autora: Mercedes Sáenz. Título: Filos de lata. En la solapa la fotografía de la escritora: Rubia, ojos enormes, recostada en el pasto. El aroma de la tinta en cada una de las hojas me hizo sonreír. Y en la primera página una dedicatoria: “Carlos Eduardo: con todo cariño de este afecto virtual. Tal vez un día nos conozcamos. Un abrazo, Mercedes Sáenz. Noviembre de 2008”. Y de esa forma el milagro de la vida y de la esperanza llegó a Colombia. Hoy tengo la certeza de que el arte es el único capaz de transformar la realidad. Entonces decidí escribir de nuevo, llenar poco a poco los espacios que abandoné semanas atrás. Porque, entre otras razones, la existencia es una sola y hay que aprovecharla. Quién sabe, a lo mejor somos protagonistas de un sueño colectivo que se convirtió en cuento interminable.

Sería muy atrevido de mi parte entrar ahora a reseñar un libro. Jamás lo he hecho. Tampoco soy crítico literario. Simplemente disfruto y, sobre todo, admiro al ser humano que desnuda su alma a partir de la palabra. Permítanme entonces compartir con ustedes brevemente- en los siguientes párrafos de la obra- una parte del tesoro que hallé al principio o al final de este arco iris.

“La niña, en el fondo de su corazón, siempre quiso ser india. Ni reina ni princesa. No madre de miles de hijos. No soñaba con ser sabia ni sobresaliente. Sólo quería ser animal silvestre, mezclarse entre las ovejas y las cabras, hablar con los caballos sin que nadie la escuchara. Tener un perro. Pero el mundo era otro y los juegos convencionales entretenían un rato. Le gustaba más tirarse sobre las piedras a mirar el cielo. La niña empezó a quedarse sola, no por falta de cuidados, ni de amor de los buenos, sino porque no entendía los códigos de su entorno…”

En el anterior fragmento (que pertenece al primer capítulo del libro: “Carta de una mujer imaginera aun amigo imaginario”) y de esa incomodidad e incomprensión del entorno que la rodea, nace la escritora. Si todo fuera así y no hubiera más remedio ¿qué sentido tendría imaginar la vida de otra manera? Entre la realidad y la fantasía hay un puente que nos lleva de un lado al otro. Feliz aquel que dibuja pacientemente su universo y es capaz de atravesar las fronteras trazadas por la cultura, la educación y la familia. Hay que ir por el mundo con la mirada atenta. Solamente así es posible descubrir la grandeza de las pequeñas cosas. Libro casi autobiográfico que recrea el paso del campo a la ciudad y sus inevitables contrastes: “La casa era chiquita y no digo pequeña. Sin gas natural, ni luz eléctrica y una cocina a leña de donde salían las tortas de cumpleaños que, tiempo después en Buenos Aires, supe que eran las más torcidas del mundo” (Capítulo No potrillo pampa. Texto: Te cambio la figurita, ¿querés?)Familia numerosa. Madre amiga. Padre escritor. Hermanas y hermanos que llegaron a este planeta en intervalos cortos de tiempo. Lenguaje en el que saltan como fueguitos juguetones las rimas:

“Perdone amigo si mucho le escribo con doble “a”, pero en ésta la rima es la letra que acompaña. Al que es del campo y le cuesta escribir, a veces la letra le sale como una copla, ¿vio? Se ayuda al sonido y la memoria se va viniendo solita” (Carta de una mujer imaginera a un amigo imaginario). Luego un telar en el que la autora teje una manta de hilitos multicolores y, para ello, se vale de textos cortos que conforman los capítulos. En ellos el compromiso social, siempre presente en la imagen del indio, el campesino y la naturaleza:

“Refugios de madera. Instante en que lo ajeno a la selva se detiene. Pequeñas ciudades de niños indios con enormes canastos a cuestas. Suben con cierta dificultad…” (No potrillo pampa. Texto: Pequeños escapularios). Más adelante ojos, miradas, frases que buscan descifrar las sombras que distorsiona y proyecta la luz de la luna en la penumbra:

“El jardín dormía el pasto blanco de frío. Especula la luz como un viejo trapo sacando lustres apenas por arriba. Hace rato las paredes de la casa hicieron silencio para las hormigas mientras crece verde entre baldosas…” (Texto Siete ojos en la luna. Capítulo del mismo nombre) Enseguida son diferentes mujeres las que emergen de la oscuridad y, envueltas en el traje de lo cotidiano, nos enseñan cómo usan su sexto sentido:

“Esa mujer no debe llamarse Paulina. El pelo que se veía era lindo. El común de las mujeres lindas no tiene lindo pelo. No Paulina, sí…” (Capítulo: Esa mujer no. Texto: No Paulina). Finalmente la adolescencia, la memoria, los recuerdos, la soledad, el miedo, la claridad del amanecer. En síntesis una melodía que parece una improvisación de música latinoamericana, jazz y miles de sinfonías:

“Sonaron acordes de guitarra como los de Eric Clapton y los dedos de Joaquín subían y bajaban a una velocidad inusitada, casi furiosa. Se detenían de pronto en algún punteo de armonía perfecto” (Ese chabón escupiendo conejitos. Texto con el mismo nombre del capítulo).

Termino aquí mi intento de reseñar del hermoso libro de Mercedes. Hay tanto aún para decir que ofrezco disculpas por no mostrar un panorama más amplio y exacto de la obra que tengo en mis manos. Quería hacerles partícipes, amigas y amigos, de esta señal inequívoca de que el mundo vale la pena.

Y una feliz coincidencia. Al revisar el nombre de la Editorial tuve la sensación de que el destino confabuló otra vez en mi favor: VELA AL VIENTO, Ediciones patagónicas.

Gracias querida Mercedes por regalarme un tesoro invaluable.

1 comentario:

Caselo dijo...

Don Ruben Eduardo. Un honor inmerecido el que usted haya tenido el detalle de incluir en su blog el texto que escribí sobre el libro de Mercedes. Muchísimas gracias. Le deseo éxitos con la editorial cuyo nombre de por sí es mágico.

Un abrazo desde Colombia

Carlos Eduardo