En primer lugar, agradecer la invitación de la Comisión Organizadora de la Feria del Libro de Oberá y toda su gente en el nombre de Quitita Peruzzo, por el espacio y la calidez con la que nos recibieron para presentar el libro de Nilda Barba, ¿por qué me gusta tanto? y por supuesto, la presencia de todos y cada uno de ustedes en la sala.
Vengo de Comodoro Rivadavia, una ciudad ubicada en la provincia del Chubut, en el centro del Golfo San Jorge, casi en el límite con Santa Cruz, en la Patagonia Argentina. Un lugar donde el mar muestra los colores del cielo y el estado de ánimo, y es azul profundo, verde, celeste, o levanta los rulos blancos enojado con el viento. Es un lugar donde el viento habla con voz de lobo y aúlla las noticias de la meseta, y se vuelve blanco como la nieve o abrasador con los vapores del desierto.
tanteo el horror salino
el perfil de la costa
rasgos de desmesura
oxígeno
ocupa mi corazón
no hay lugar para la sangre
corro acantilados
loba esteparia en la noche
dirijo los vientos
a la aurora
ayün de los mapuches
clarividente
ni un escarabajo en el atanor
me sacaría del trance
ni sacrificar el costado
las rodillas gozan
como mi pelvis
el peso del sol
siete rayos sucesivos
estremecen
así víctima y santuario
así camino
el oleaje
empuña el humo del incienso
la lluvia
Es un lugar donde la gente quiebra la greda en busca de petróleo y envejece por el frío y sus rostros se cincelan con las marcas del tiempo y aquellos aullidos. La gente también intenta romper la greda con semillas, con árboles y añoran cada uno de los lugares de donde provienen. La gente resiste también con una pluma en la mano indagando sobre su propia vida, sobre lo que siente y dice como puede, a veces imitando al viento lobo. La gente es árida como la greda y dura para movilizarse al ritmo del arte, pero también es cálida cuando se permite recibirla. En ese lugar tan joven culturalmente, con apenas 107 años y más de 60 años de gobiernos militares y su consecuencia, es que nace, crece y se reproduce la editorial "Vela al viento".
¿quién diría?
luciérnagas en los dedos
corre niña humeando el aire frío
intermitencia de estrellas
fosforece
la noche entre ciruelos
croa la gramilla sin prudencia
no hace falta
no hay sombras en lo oscuro
quién diría adentro plomo
arañas de caireles
amos siervos
flotan mientras duran
en los propios ríos
el sopor en los ojos pesa indiferente
martirio entre rezos
(el delito es lejano)
por la niña vela y ciñe la cintura
atrás
muñecas no juegan con las ranas
¿quién diría?
siervos amos
sin recuerdos en molleras rígidas
la cárcel
pendiente la tumba
hastíos no saben ni el beso blando
no alcanzan las luciérnagas
las uñas no titilan
¿quién diría?
la niña respira los brillos
En la Patagonia todas las distancias son más grandes, todas las distancias se duplican y domina el tono un pasaje, un viaje, el mismo tránsito de uno y hacia uno mismo. Y es ese viaje, esta tarea que pretendemos iluminar con esta "Vela al viento".
El trabajo de editor brinda la posibilidad de conocer las obras previamente a los ojos lectores -que son los principales destinatarios, más allá de la crítica y la academia- y preparar de la mejor manera los textos para que el objeto libro también sea atractivo.
En este caso el libro como objeto es un motivo de orgullo para la Editorial, ya que es casi tan bello como los poemas de Nilda, y los acompaña. Un formato poco habitual -cuadrado, de 20 x 20- lo destaca en la biblioteca, su diseño interior es también original y la tipografía es suave y agradable al ojo. Las fotografías que actúan como separadores en cada capítulo, van en el mismo sentido que los textos conformando una obra integral. Los fotogramas de Ioana Menéndez tienen en sí mismas una carga de poesía visual tal, que los poemas encuentran en ellos otra forma más de decir y preguntar.
un tutor y la pérgola para merecer
de noche hormigas
que manos y ojos envenenan
no sé por qué
hojas con leche
las raíces garras
truena
amanezco en un matorral
salvaje
las hormigas me recorren
no sé por qué ni náuseas
es fértil el terrón
agua de lluvia
gajos ajenos ritos
luz apretada entre mis pétalos
canales de polen
perfume en las espinas
¿por qué me gusta tanto?
No hace mucho tiempo me preguntaban sobre la utilidad de la poesía en el tercer milenio. La pregunta lleva en sí misma una revisión de la palabra servir por un lado, y por el otro obliga a pensar en por qué escribir y leer poesía en este comienzo de siglo. Y también por qué hacerlo antes, en el siglo pasado o en los anteriores.
Servir es valer, ser útil para un determinado fin -el valor de la poesía, su utilidad y esta ¿en qué sentido? ¿para qué es útil? Un destornillador es útil, pero si tengo que quitar un clavo de una tabla, seguramente me va a resultar inútil-. Servir también es poner la pelota en juego, y es quizás dable pensar en esta última definición. "El juego en que andamos", dice bien Juan Gelman. Esta posibilidad de "andar en juego", de servir la palabra para su devolución y que ese ida y vuelta permita el juego para ganar claro, aún cuando no esté bien definido quién vence y en todo caso, ¿a quién le importa?
a contraviento se huele tibio
la cal sobre los huesos
purgatorio
en galerías
(de eso no se habla)
mil hojas
de palma yacen
(que no se note)
fetal en el seno
de la tierra
(¿para qué?)
abrirá los ojos
las manos en la boca
se sumergirá en el agua pura
necesitará zapatos nuevos
piedras para estrenar
y el manto de maría
había una vez
me dijiste
¿estás despierto?
En la poética de Nilda Barba el juego y la infancia, los secretos y misterios, la danza de las pupilas en la naturaleza y el asombro, se presentan claramente, como si aquellas fotos de antaño hubieran sido tomadas con las huellas digitales en el corazón. Sirven las palabras de Nilda para volver sobre aquellos juegos que intentaban dilucidar la otra cara de las cosas y también de las palabras.
un lugar lejano
dagas en los árboles
dioses con el rostro en la nuca
escaleras con astillas
sin embargo
innumerables gritos y risas
cantos y pelotas contra el vidrio
de la puerta
el trompe l´oeil
el sol en la manija
sin embargo
quieta
¿quién diría?
adentro huele a nata
las mariposas están del otro lado
la vereda el aire
los yuyos
barquitos de papel junto al cordón
la lluvia embarra las guillerminas
sin embargo
aprende a viva voz
las manos de los niños
corre de pared a pared
inventa
baldosas flojas
calles agrietadas
sin embargo un día
será sólo una puerta
un manijón
sólo bisagras
En ¿por qué me gusta tanto? el trabajo creativo consiste en una amalgama de palabras que viajan a través de los sentidos, valiéndose de ellos en la construcción precisa y preciosa de imágenes, que nos permiten trasladarnos a través del cuerpo por recuerdos, sensaciones y reflexiones en busca de las certezas que nunca llegan, como en la vida misma y sea cual fuere la forma elegida para la creación. Así florecen las preguntas vitales del sentido mismo en los jardines, así se indaga en los cuentos y en los espejos, se urden laberintos por los cuales la poeta parece abandonarnos, no sin dejar un hilo de color carmesí hacia la salida que solamente puede hallarse si se está atento a nuestra propia e incofundible voz.
con hilos de color carmesí
desde la cintura
enlazarte quisiera
con hilos conductores
abrir hasta los flecos
del viento quisiera
los hilos de tu voz
(¿y usted le cree?)
escuchar otras canciones
no quiero
Fue el tono inquisidor de ¿por qué me gusta tanto?, el que me llevó a pensar en aquello que Roland Barthes sentenciaba a modo de definición, de descripción y quizás de sino: los escritores eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves: ¿por qué te amo? ¿por qué le tengo miedo a la muerte?
un antiguo foulard
envuelve su estómago
debajo de los brazos
un nudo
en el respaldo
de ese hombre
que sonríe
dobla y desdobla
el linaje el tiempo
bebí de su boca
caminé de su mano
para sujetar el dolor
necesito la huella
abrazar
a mi padre
Y entonces, si todos los temas condujeran a responder estas dos inquisiciones, si todas la palabras conformaran las flechas, el arco, el blanco e incluso la tensión de la cuerda y la decisión tras haber apuntado para responder aquellas preguntas barthesianas, no podemos dejar de pensar en que claramente aquello de "servir" en este siglo, en el anterior y en cada uno de los milenios que nos precedieron se responde solito y sin más ayuda.
La mejor manera de "servir" a estos fines humanos de indudable trascendencia, es a través de la poesía. En ese "juego andamos" aquellos que vivimos con la esperanza, los que soñamos despiertos, mientras el mundo parece intentar que el ser humano deje de serlo, cambie su condición para deshumanizarse y simplemente estar.
¿por qué los alfileres en mis alas? dice Nilda, con precisión para hablarnos de los castigos al vuelo y a la creación. ¿qué será del canto de la propia voz?, en una reflexión hacia la individualidad en un mundo de parecidos y uniformados al mismo tono. ¿cajones o sarcófagos? dice, y nos empuja a pensar en nuestras pequeñas muertes cotidianas, en lo pendiente, en el tiempo que pasó y en el que nos falta.
nada especial
una cámara silenciosa
lava sus dientes
sin desentonar
zurce pestañas
pone un listón muy alto
salta
desmadejada
una ráfaga de luz
bajo el marco siempre
espacios que no asesinan
los habita cuando el polvo tiembla
y ni los ángeles pueden
dar el paso
al vacío
de la infancia el chocolate
husmea sin caer
de boca
¿por qué me gusta tanto? es un libro sensacional, en el lato sentido de la palabra. Procura transmitir mediante imágenes claras y un lenguaje muy cuidado, las distintas etapas de la vida, y logra conmover la fibra íntima, esa que nos permite sentir cuándo se está frente a la verdadera poesía.
El ritmo, su musicalidad, su tono son propios de quien ha encontrado su palabra, su voz, y en ella y desde ella, Nilda Barba crece con comodidad, dice con claridad y pregunta con sinceridad. ¿por qué no nos acunan? ¿por qué no nos cuentan de princesas? ¿quién ha de recordar?
¿por qué no nos acunan?
¿por qué no nos cuentan de princesas?
el agua corre como la sangre de las heridas
y nos ahogamos
ojalá en la humedad de otra piel
caemos golpeando la nariz
el tabique quebrado
queremos por qué poder llorar
un ay
aunque no se escuche
ni el eco
en la torre de babel
que nos acunen
esperamos
elegir nuestros sueños
y que no nos despierten
mientras duren
Los poemas preguntan, no ya para obtener una respuesta, sino para generar en quien se asoma al libro una invitación para recrear las preguntas, a ubicarlas en otro plano, a repreguntarse sobres estas inquisiciones y hacerlas propias. ¿qué mas los une? ¿cuándo? ¿para qué baldear? ¿cuándo es hora de volver?
Nuestras propias inquisiciones son ese motor que nos lleva a escribir. ¿mi última jugada? ¿se acabaron los peces? ¿dónde los besos?
Son nuestras propias inquisiciones las que nos hacen crecer. Son ellas entonces las que viven en ¿por qué me gusta tanto?
Los invito a conocerlas, a disfrutarlas y sobre todo a vivirlas en la belleza tan presente en las hojas de este libro inquisidor, profundo y maravilloso de Nilda Barba.
1 comentario:
Esa combinación de un texto impecable amplio, amable, en donde el sur se dibuja en cada palabra, en dónde se ensambla perfectamente, sin que ninguno de los textos pierda su independencia. La que describe con la emoción de lo que provoca la costa sureña. Sumado, agregado, completado,metidos en el medio de los párrafos, esas maravillas que son los poemas de Nilda Barba en que las preguntas que plantea no pueden ser más precisas y más bellas. Nilda mira y lee el mundo de una forma tan inteligente y tan particular que no hay posibilidad alguna de que su poesía no quede en la emoción y en el pensamiento y más de una vez en la incerteza de una pregunta que parece ir más lejos del universo. Escuchar eso en dos voces impecables hace temblar el alma. Yo estaba ahi en una silla, oyendo. Y fue inolvidadble. Mis felicitaciones y mis abrazos porque en este caso van por partida doble. Merci
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