El jueves 4 de septiembre, Ernesto Allende presentó su libro con un muy importante marco de público que acompaño con alegría la llegada del tercer título del escritor comodorense en el Ceptur de Comodoro Rivadavia.
Rubén Eduardo Gómez, director de Vela al Viento Ediciones, leyó estas palabras:
"Me senté a escribir estas líneas con
el recuerdo del querido Blas Tadeo Cáceres todavía dando vueltas por este
recinto. Pareciera que en estos días nos ronda la sombra de la que vendrá por
nosotros tarde o temprano. Sin embargo, como lo decía hace unos días en una
radio, prefiero recordar al querido Blas con su sonrisa, con su tono grave
generando el clima, como si tendiera la cama para que sobre ella descansaran
sus cuentos. Lo llevo así, conmigo, con su sonrisa, y a sabiendas de que su
libro nos permite volver a tenerlo con nosotros cada vez que lo necesitemos.
Esto pasa con los libros: nos
permiten sacarle la lengua a esa sombra, burlar al tiempo y que aquello que
tenemos para decir trascienda tiempo y espacio.
La primera vez que leí el libro de
Ernesto Allende y que hoy presentamos, no tenía título todavía. Me sorprendió
entonces, como en cada uno de sus libros, la simpleza con la que escribe
Ernesto, la simpleza para decir lo que quiere con sus propios recursos y, a su
vez, la sutileza de lo sencillo para contar. Digo que me sorprende porque la
simpleza y la sencillez no son fáciles de encontrar no sólo en la literatura,
sino ya en nuestra cotidianidad.
Nuestras vidas se ven abrumadas por
las complicaciones, las dificultades y los trámites, pero también por los
sobreentendidos y las dobles lecturas o las lecturas entre líneas que parece
que siempre hay que hacer para no caer en lo que a priori pareciera un lugar
común, o justamente para no parecer que sencillamente queremos decir eso que
decimos. Y con los sobreentendidos también pasa lo mismo, porque creemos que el
otro nos hace un guiño, nos lo dice a nosotros porque nosotros “sabemos”, así,
entre comillas.
Desde el título y la tapa elegida,
Ernesto nos dice. No se guarda nada para después. Cuando leí que el título era
“El amor aún existe…” lo primero que me pregunté fue ¿cuándo el amor dejó de
existir? ¿está acaso en extinción? Y después, cuando ese título se acompañaba
por el “y otros cuentos” pensé que Ernesto se refería a que aquella afirmación
de que “el amor aún existe” era un cuento, puro cuento. Eso de que el amor aun
exista es un cuento. Pero nada de eso era así.
Ernesto toma el tema del amor, uno
de sus temas recurrentes, pero en principio para recordar y homenajear a su
madre, para agradecer su vida, para hacer pie en esta tierra árida de
sensaciones y sentimientos y recordar los momentos felices de la infancia. Es
todo un desafío el que encara Allende al escribir sobre su madre, porque él
sabe que también el escribir sobre su madre es escribir sobre todas las madres
y que puede quedar en deuda. Sin embargo se notan en sus textos la necesidad y
la urgencia del decir, y que este decir sea sencillo y simple, directo, para
que ella pueda leerlo en este instante y también ayer y por supuesto, releerlo
mañana.
En este movimiento en la línea del
tiempo al que vuelve y va, viene e irá, navega como si este barquito de papel
fuera capaz de cruzar las tormentas del olvido, abrir una grieta que nos
permita a todos viajar en él, y volver a los inolvidables días de la infancia,
los días puros de la niñez, los días en que las miradas con mamá podían con la
noche y el frío, el miedo y el hambre, la angustia y las sombras de la soledad.
En ese brillo estaban las respuestas de todo el universo conocido y el que
necesitábamos en esos días en que los árboles eran enormes y en que ponernos en
puntas de pie muchas veces no alcanzaba para llegar hasta donde queríamos.
En “El Amor aún existe” es posible
viajar en el tiempo, nadar en los mares melancólicos de los diálogos eternos e
inolvidables, y también en los pantanosos terrenos de nuestros días con tanto
por denunciar y gritar, con tanto por disfrutar y abrir los ojos grandes, como
si fuéramos chicos, ojos como huevos fritos llenos de asombro e incredulidad.
Son estas letras de barrio, palabras
de ripio, tinta asfáltica también escritas en las líneas blancas intermitentes
de las rutas de los viajes de Allende por aquí y acullá, Conesa y Lima, el
Barrio San Martín y La Paz.
Lo que en definitiva es “El Amor aún
existe”, es un llamamiento a disfrutar de lo más preciado que tenemos, eso que
queda muchas veces debajo de lo urgente, apretado por los relojes que no son
propios, desdibujado por las preocupaciones que se nos imponen, manchado por
las escalas de valores que establecen lo que es exitoso o bien visto, nublado
por los mercados, las noticias, las cuentas, y los otros, porque lo más
preciado que tenemos muchas veces es lo que descontamos por cierto y no
cuidamos, lo más preciado que tenemos está ahí, al lado nuestro siempre,
prodigado por los que más queremos y nos quieren, y que cuando más lo
necesitamos está, porque de eso se trata el amor, porque el amor aún existe,
señoras y señores, y no es ningún cuento".
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