Mi viejo me enseñó que nadie te regala nada y por eso tenés que levantarte todas las mañanas a buscar lo que es tuyo. Mi viejo no me sentaba frente a una gran biblioteca a leer los clásicos, pero sí terminaba de laburar los sábados al mediodía y nos llevaba a la playa a comer sanguchitos de milanesa y a disfrutar de los pozones porque era un día hermoso, decía. Mi viejo, cuando se emocionaba, abría la puerta del patio y gritaba "Gracias, Inri"... Mi viejo podía arreglar cualquier cosa, caños, cables, aspiradoras, lavarropas, y muchas cosas las arreglaba porque era lógico, era muy inteligente y se daba maña, y cada cosa que le salía bien te la mostraba orgulloso. A mi viejo le gustaban los chicos, los bebés y los nenes, le gustaba jugar con ellos y no importaba si eran sus nietos, los hijos de amigos o nenes que cruzaba entre las góndolas del supermercado; para todos tenía alguna morisqueta para intentar que se rieran. Mi viejo nos hacía el mate cocido en un jarrito lechero quemado y abollado, y lo colaba con cualquier pedazo de trapo que encontraba, pero nunca tomé otro mate cocido mejor. Mi viejo era hincha de Huracán de Parque Patricios, porque fue el primer equipo de la Capital que vio en su Tucumán natal, pero era un defensor del buen juego. Mi viejo jugaba de 5 y lo hizo hasta principios de los 60, el fútbol lo llevó a Baires y lo trajo a Comodoro. Dicen que mi viejo era áspero sin la pelota, pero cuando la tenía era fino, tenía buen panorama del campo y no entregaba mal nunca un balón. Mi viejo siempre tenía algún chiste que contar, nunca perdió el buen humor y tenía razones para abandonar y protestar y quejarse y tener mala onda, pero nunca perdió el buen humor. Mi viejo me sentó una vez frente al televisor para que viera el fútbol y lo hice a regañadientes; después no pude dejar de hacerlo. Mi viejo me llevó a probarme a General Roca y los que lo conocían me preguntaban si yo jugaba de 5 como el Tucumano. Mi viejo vio algunos partidos mientras jugaba al basquet en Gimnasia, me decía lo que tenía que hacer y me parece que se dio cuenta de que me molestaba eso y no me vio nunca más sin decirme ni mu. A mi viejo le gustaba la tierra, tener plantas, césped, papas, perejil y quintinta, regar y cuidar los verdes, hasta tuvo papas en un fichero de chapa en un patio embaldosado. Se reía de eso y te mostraba las papitas que habían salido de allí. Mi viejo nos llevaba de vacaciones todos los años y siempre prefería el auto al avión, recorrer con el auto lugares y fue feliz cuando compró una casilla rodante y anduvimos un mes dando vueltas por el norte del país. Mi viejo creía en la fantasía, sabía cuán importante era que los chicos creyeran en Papá Noel y los Reyes: era el encargado de los regalos, de la bolsa, y conforme fuimos creciendo, su sistema era cada vez más ingenioso para evitar que descubramos cómo era posible que habiendo revisado toda la casa, los regalos aparecieran en algún lugar dentro de una bolsa y él no se había levantado de la silla salvo para brindar. Mi hermano Alfredo, dos años menor que yo, juraba haber visto a Papá Noel surcando el cielo a los 10, y a mis 12 me hizo dudar y dejé el tema en suspenso un año más.
Mi viejo era un buen tipo y lo extraño. Me quedaron tantas preguntas por hacerle, hay tantas cosas que hoy me gustaría que viera, hay tantas otras de las que me avergüenzo y todavía pienso en qué hubiera dicho él o cuál sería su mirada. Igual, todos sentimos que anda cerca, que no se fue del todo, y pese a que durante mucho tiempo parecíamos desamparados sin él, él se las ingenió para estar de alguna manera.
Quería contarles quién era mi viejo porque hoy es el día del Padre y me estuve acordando de él toda la semana. Me hace falta y no, porque está aunque yo no lo vea.
Rubén Eduardo Gómez
Día del Padre - 16-06-13
1 comentario:
Excelente,Rubèn! <3
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