A veces, cuando uno viaja a un lugar donde ya ha estado en otros tiempos, suele recordar lugares, momentos, espacios, rostros, calles, árboles y cielos que han dejado huellas en uno. Quiero escribir ahora, ya, antes de que esas huellas desaparezcan detrás de las nuevas, las del próximo viaje, las que los días sucesivos dejarán en mí.
Volver a Puerto Deseado era también volver a hacer viajes que estaban en mi memoria desde hace mucho tiempo, anudados a distintas épocas que lejos estaban de los libros y las Ferias o los Encuentros con escritores.
El colectivo pasó por esa ría maravillosa nomás al entrar en la ciudad a la que encontré bella, conservando lugares que aún persisten y resisten el paso del tiempo. Hay negocios que han cerrado, hay casas de piedra, hay edificios de chapa, hay sitios que tienen más años que Comodoro, lugares que deberían preservarse de alguna manera y que no sé cuál es, quizá como monumentos históricos de Deseado, de la Patagonia y de Argentina, por supuesto.
Decidí hospedarme en el Hotel Los Acantilados para estar cerquísima de la ría, y ahí estaba, a pasitos de ella, y después de desensillar lo primero que hice fue tomarme un café frente a ese azul atlántico, tan en paz como si supiera que era lo que yo necesitaba también, revivirla así, estamparla en los ojos con la misma imagen que el yo regresante tenía de ella, así de azul y bella, así.
Después llegaron los queridos Carlos Ferrari y Norberto y todas sus atenciones y cuidados. ¡Qué bien que hace encontrarse con gente que ama a los libros! Me llevaron hasta la Feria en el Instituto María Auxiliadora y allí me encontré con muchos niños y sus docentes recorriéndola y mirándolo todo, con los ojos grandes de asombro y avidez. En la Feria hay cuadros, fotos y mapas, dibujos, historietas, una muestra de la cultura mapuche tehuelche y los libros, claro. Hay un stand de la Biblioteca Popular y Municipal Florentino Ameghino y allí están los libros de Vela al Viento. Por supuesto que en un sitio preferencial está el libro de Leoncio Deodat, La captura de la tribu del cacique Orkeke, claro que sí, porque es un libro muy esperado, muy importante, que yo creo fundacional por todo lo que seguramente tendrá detrás, porque será material de consulta, porque permitirá nuevas investigaciones, porque allí el autor muestra estilo y cuidado con la palabra, porque hay datos importantísimos para comprender nuestra historia y porque además quedó muy bellamente editado. Todo eso enorgullece. ¿Por qué será que desde hace rato no puedo dejar de sonreír?
Carlos Ferrari y Lucía abren su casa para el almuerzo. Pienso en que no todas las casas son hogares, pienso que ellos tienen un hogar en Puerto Deseado, que su hogar está habitado por cada una de las cosas y a cada pregunta siempre hay una respuesta que remite a un recuerdo.
La enredadera de ese hogar está plagada de sol y abejas en un patio que es como un panal. Tomamos unos mates allí con Carlos, Norberto y Cristina y las abejas nos revolotean mientras descubro un bello manzano cargado y prometedor.
Después conozco la increíble Biblioteca Popular y Municipal Florentino Ameghino, su magnífico edificio, el maravilloso material que tienen allí y dan ganas de quedarse a iniciar descubrimientos y a iluminar las sombras de mi desconocimiento que siempre son muchas. La tarea del voluntariado hace que me emocione conocer tantas cosas que han hecho a pulmón, tantas cosas que merecerían un libro contando anécdotas, esfuerzos, alegrías y tristezas, logros y fracasos, pero siempre dando pasos hacia adelante y para la comunidad, para los vecinos, para Deseado y su gente, sobre todo para los que vendrán.
Y los encuentros, claro que sí, reencontrarme con Mario Pazos y Susana siempre es una alegría. Nos ponemos al día casi enseguida y planificamos siempre el próximo asado. Nos queda a los dos el silencio que la muerte del escritor Arnulfo Basanta, tan reciente, tan sorpresiva, nos dejó como una foto recortada.
Y enseguida el abrazo con Norberto Miranda, ese voluntario de la Biblioteca Popular Aimé Painé de Pico Truncado, organizadores de la Feria del Libro de aquella localidad, que viene a conversar con sus colegas para seguir creciendo. La Feria de Pico Truncado este año cumple 15 años y hay que festejar.
Por la noche nos encontramos en el Café Literario que se hace todos los meses en Puerto Deseado y que se mudó a la Feria. Noto el respeto que hay en la audiencia mientras se lee y también lo hace notar Mario Dos Santos Lópes. El clima es distendido. Hay lecturas de trabajos propios, pero también hay quienes comparten textos de otros autores, entonces también están presentes Galeano, Spinetta, Roldán y otros. Un grupo de rock acompaña las empanadas y las tortas. Sigo con esta sonrisa que parece indeleble.
Descanso en el Hotel. No hay ruidos. No hay puertas que se golpean, ni gente caminando por el pasillo, ni risotadas, nada que pueda irrumpir en mi sueño. Parece que estuviera solamente yo alojado en el hotel. Duermo plácidamente, como cuando visité por primera vez Puerto Deseado.
Por la mañana del sábado, desayuno con la ría bañada por el sol, mostrándome todos sus encantos. Cualquiera diría que está intentando seducirme para que me quede más tiempo, como si no hubiera decidido quedarme un poquito más. Nos reunimos en la Biblioteca en una charla muy enriquecedora. Creo que todos aprendimos algo nuevo de esta charla.
"Las despedidas son esos dolores dulces" dice la canción del Indio Solari, vaya si no. Despedirse de cada uno de los que conocí, de los que reencontré provoca ese dolorcito que invita a tener que volver, a tener que procurar el reencuentro, favorecerlo, asistirlo, hacer que se produzca y pronto.
Gracias por todo eso, Puerto Deseado y su gente. Gracias Biblioteca Popular y Municipal Florentino Ameghino, por hacerme socio de la alegría de la lectura y la promoción del libro como instrumento de conocimiento pero también de afecto y de lazos de amistad. Infinitamente agradecido.
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1 comentario:
Tan lindo que emociona...gracias por compartirlo, es como si uno hubiese estado allí y se empapara de serenidad y de esa dulce alegría que dan las sorpresas de los encuentros añorados.
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