Comparto con ustedes, las palabras de Rubén Eduardo Gómez en la presentación de Arena de reloj, segundo libro de Silvia Etchaide, en Puerto Madryn:
En
principio, quiero agradecerles a todos la presencia hoy, acá, celebrando la
publicación de este libro.
Quiero
también, dar las gracias a Silvia, por este sitial de honor que es este, para
presentarles el libro ARENA DE RELOJ y que quede en claro que estas palabras no
son parte de un análisis literario ni nada por el estilo, sino que simplemente
me permito hacer una lectura del libro y compartir lo que me pasó tras hacerla,
con todos.
El reloj de arena es un instrumento mecánico que sirve para medir un determinado
transcurso de tiempo,
desde el momento en que la arena comienza a caer del receptáculo o bulbo
superior al inferior, hasta que termina de hacerlo, y sólo requiere de la energía potencial de la gravedad
para su funcionamiento. El período que mide un reloj de arena es fijo aunque
con ligeras variaciones y hoy, prácticamente está en desuso.
Algunos
afirman que los romanos
los usaban durante la noche, o que también los pudo haber inventado un monje francés
para medir los tiempos de meditación.
El reloj
de arena posee valor simbólico porque es el instrumento que más visiblemente
representa el fluir constante del tiempo. Un reloj de arena, con el bulbo
superior casi lleno de arena, representa el inicio de la vida; con poco menos
de la mitad de arena en el bulbo inferior, la edad adulta, y con poca arena el
bulbo superior, la proximidad de la muerte.
En
literatura, se utiliza como representación del paso del tiempo y su
consecuencia: la muerte, símbolo a su vez de la fugacidad del tiempo y de la
vida.
Quiero
contarles que, cuando me llegó el original del libro estaba pensando (y todavía
lo hago) en el tiempo, su paso, su huella, dónde nos damos cuenta de eso que
nos pasa, nos atraviesa, en qué momento pasamos de contemplar el transcurrir
del tiempo a ser, justamente arena de ese reloj.
Porque
los relojes de arena no funcionan con cualquier arena, sino que los mismos
utilizan arena muy fina que permite que pase de un bulbo a otro. Y es allí donde
podemos ubicar el libro de Silvia.
Una arena
muy fina que discurre con espacios, con aire, con su conformación casi vidriada
y transparente, con los brillos propios y sus zonas oscuras. Esa arena fina
que, inexorablemente pasa de un bulbo a otro, una y otra vez.
La arena
del reloj sirve para medir el tiempo, pero bien podemos pensar que el tiempo
pasa, se mide, se lo observa pasar, y la arena del reloj sigue allí, en uno u
otro bulbo, o pasando. Pasaron 5, 7 o 10 minutos, y aún así y con esa certeza,
la arena sigue allí, y allí entonces es donde se detiene Silvia a observar y a
escribir.
Hay en
el libro la mirada puesta sobre cada granito de arena que puede ser inasible
como para la mano de la tapa, que parece incluso luchar contra el viento y
contra lo inevitable.
Y esa
mirada puesta allí convierte a cada granito de arena en un momento inolvidable,
que tan solo puede ser apresado por las palabras para nombrar a cada uno y
hacerlo particularmente único.
No es
que no sea el tiempo lo que ha hecho que Silvia escriba sobre él, sino esa
suerte de playa que lo habita, el alma del tiempo que se humedece, hierve, se
seca y vuela de acuerdo a los giros de la vida y lo que ella está dispuesta a
dar y lo que nosotros estamos dispuestos a recibir.
Es claro
que al observar la arena se puede detener al tiempo y burlarlo, porque sabido
es que es imposible que un beso pueda ser medido ni que los que se besaron
sepan cuánto duró; sabido es que un abrazo puede ser eterno o durar varios días
aún cuando los que se abrazaron estén a kilómetros de distancia; sabido es que
cuando los amigos están juntos el tiempo pasa volando y que cuando hay que
esperar el tiempo parece caminar sobre una mezcla de brea, lodo y arenas
movedizas.
En cada
granito de arena Silvia encuentra algo o a alguien que lo ha marcado, sí, pero
aún cuando en algunos poemas sea claro ese mensaje es posible evadir el
destinatario y habitarlo con nuestra propia vida.
Hay
instinto, inspiración, desesperación, extrañamiento, revancha, memoria, coraje,
ejemplo, sonrisas, colores, lo que conviene y lo que no con acentos, un perdón
que tarda en llegar, una última hoja de laurel, adioses, cercanías, tardes, espectros,
padres y madres, hijos que se fueron, hijos que están, amigos, y por supuesto
amor de niños, reflejos de amor, y un Desencuentro
que dice:
El centro de mi centro te necesita… a pesar.
Hay un secreto contado / uno oculto / otro por llegar. / Hay un sueño cumplido
/ otro necesario / otro para seguir… / de a poco se aprende / se va más allá…
Hay un perdón que no se quiere ni a sí
mismo, acobardado por el orgullo /. Hay un beso besado con pasión, que regocija
al alma…/ hay un beso detrás de mi / persiguiéndome hasta el hartazgo. /
El centro de mi centro / la inspiración / tu
mirada. / El silencio. / La pausa.
Y
entonces encontramos el tiempo para un vos y yo, para un amor amado, triste,
para hallar uno que no es un simple poema, y el dolor, siempre el dolor, los
pequeños maestros de todos los días de Silvia, lo irresistible que despoja de
miedos, un estribillo que enloquece, la casa de las tías, los pasos, la
frustración, la cautela, la indecisión…
Y los
poemas justos y necesarios – casi urgentes - para Carlos Nacher, Alberto
Murillo, al Turco Jáider.
U otro
poema, indispensable, como este que se llama Los libros de piano:
Detrás del aroma a viejo, el amor. / El
destello de perder algo querido / y la bondad inmensa de soltarlo. / Tu vida
está llena de emociones que superan a cualquiera / y vos seguís / a pesar… / a
pesar… / a pesar… / Y ese amor… / ese amor que no puede descansar y recostarse
para disfrutar.
Veo la luz en el horizonte y te encuentro /
sonriendo / llena de felicidad merecida./ Una guerrera que sostiene su arco sin
perder el amor…/ No es difícil darse cuenta / de que la vida de vez en cuando
te sortea entre la caricia y la lágrima, / sucede todo el tiempo y ya
aprendiste a secar tus lágrimas / con esfuerzo y con coraje.
Valiente esta Negra que levanta la vida a
paladas.
Eran los libros de piano y me fui…/ ¡Claro
que estarán en buenas manos!
Entonces
este libro es una invitación a descubrir nuestra propia playa, llena de
historias fantásticas y maravillosas, cuando todo parece mostrarnos lo mismo
una mañana y otra y otra más, cuando todos parecen hablar de lo mismo viendo lo
mismo en la televisión, o leyendo las mismas cosas al mismo momento, y cuando
esas cosas parecen ser las más importantes, los signos del progreso o las
señales del éxito.
Este
libro se rebela a todo ello con las armas de su autora: su autenticidad, la
voluntad, el coraje y el ojo inquieto que busca y escribe, porque lo asombroso,
lo fascinante y lo importante está siempre en nuestras narices, ahí, en la
arena de reloj.
Muchas
gracias.
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