jueves, 24 de abril de 2014

Los libros y los lectores afiebrados

Los que nos hemos mudado al menos un par de veces, tenemos el ejercicio de observar el espacio, de calcular con ojo entrenado, el lugar para la mesa, la longitud de la cama, saber si entra o no la heladera en el espacio libre. Y, si encima somos lectores afiebrados y apasionados, también buscamos en la nueva casa, un lugar especial para nuestros libros. Muchos hemos desechado departamentos o casas, sólo porque no tenía lugar para nuestra biblioteca. Hay generaciones enteras que no pueden pensar su hogar sin libros. Y esto no es una manía, un capricho, ni un signo de los tiempos.
Pertenezco a una generación, como muchos de ustedes, en los que un libro nos permitía viajar a mundos nuevos, conocer otros lugares, saber de sus costumbres, olores, sabores y texturas.
Pertenezco a una generación anterior al Google y a la Internet, en una época en la que un libro era un pasaporte al conocimiento del alma y el corazón humanos, al pensamiento e ideas nuevas, las obsesiones y los sueños recurrentes, los latidos en forma de tinta moldeada que se imprimían en nosotros de forma casi indeleble, sin más erosión que el viento que sopla en la memoria.  
Se trata de una generación que siente placer aún al sentarse con un libro en las manos, apreciar su tapa, acariciar las hojas mientras se sume en la lectura con fruición, lenta y profundamente, como si se atravesara un portal que nos lleva a un mundo más amable, más cercano, más propio.
Mojar los dedos con la punta de la lengua, oír el sonido del papel al pasar, aquella caricia a su textura, su piel, y los ojos deslizándose por esos caminos de palabras, ideas, imágenes, son la forma en que un libro nos envuelve, nos captura, nos abraza.
Todavía hoy apuro mis horas para llegar a acostarme, encender mi velador y, casi en un ritual de amante, reencontrarme con el libro que estoy leyendo, el mismo que fue vencido por el cansancio ayer, después de haber desandado algunos de los senderos que proponía. A veces ni siquiera la pesadez en los párpados, vueltos casi de plomo, puede con ese mapa de sensaciones que es un buen libro. A veces ni siquiera el trajín de las ocupaciones ni las preocupaciones, ni el temor ni la soledad, ni los propios fantasmas ni las angustias ajenas, pueden con la sensualidad, con la atracción que ejerce sobre nosotros ese libro.
Tantas veces ha sido un libro el que nos ha dado la respuesta, tantas nos ha explicado el movimiento de las hojas, las palabras del viento y la paleta de colores que van de la alegría a la tristeza. Tantas más nos mostró lo que realmente importa, lo que es más importante, lo que es más que necesario.
Han sido los libros, sobre todo en nuestros primeros años de vida, los que fueron tejiendo esa telaraña inexplicable que llamamos imaginación, liando una y otra cosa, uno y otro lugar, esta y otra invención. Imaginación que nos ha permitido pensar, crear, ir más allá de las palabras, mezclarse en los blancos, jugar con los silencios, retozar en el ritmo y, segura e indudablemente, ser libres, más libres.
Tener y sostener una editorial en el sur del sur, desde hace 7 años, desde casi el principio de un siglo que nos desafía permanentemente, no podría ser posible sin los escritores y su arte, y tampoco sin los lectores que terminan de escribir los libros con sus ojos y sus corazones.
En estos 7 años de labor sumamos muchos amigos y un sinnúmero de anécdotas, todas relacionadas con esta suerte de “maternidad” entre comillas, gracias a la que los libros pueden ver la luz y encontrarse con los ávidos ojos de quienes los buscan.
A veces me dicen que el mercado no está para libros, que los libros electrónicos son una forma de lectura más moderna y cool, que los libros son incómodos para llevar de viaje o para leer en cualquier lado, que son antiguos, que nadie lee, que no se venden, y otro montón de otras cosas, tal vez para desalentarme o porque todavía no han tropezado con un libro, porque quizás no han sentido el goce que un buen libro puede provocar, porque aún no se han vuelto adictos al ritual de regalarse esos momentos con uno mismo, a los que invita toda lectura de un libro. No lo sé.
La idea sigue siendo la de siempre: alumbrar libros bellos, que podamos disfrutar desde la tapa, libros para los lectores afiebrados y apasionados que seguimos siendo.


Feliz día del Libro.

(texto escrito y leído por Rubén Eduardo Gómez, el día 23 de Abril de 2014, en el marco de la celebración del Día Mundial del Libro, en el CEPTUR de Comodoro Rivadavia)

domingo, 13 de abril de 2014

Emocionante presentación del libro LA CIUDAD PERDIDA - RADIO PARA LEER

Fue maravilloso. Encontrarse con amigos, con oyentes del programa insigne de la radio comodorense, abrazos, besos, sonrisas, risas, emoción, alegría, música, poesía, belleza. ¿Cómo se hace para describir todo lo que sucedió ayer? 
Alrededor de 200 personas se reunieron el sábado 12/4 para acompañar a Santiago Sánchez en la presentación de este libro "inclasificable" que reúne una selección de textos que fueron leídos en distintas emisiones del programa homónimo. 
La presentación estuvo a cargo de Pablo Kennedy y el editor de la obra, Rubén Gómez que dijo:
"Alguna vez, un profesor de la carrera de Publicidad que yo cursaba, destacó el poder de la Radio como un medio importantísimo, mientras muchos de nosotros la considerábamos un medio anticuado. El profe nos habló de cada uno de los medios en auge hace unos veinte años, y nos dijo algo que ha perdurado en mi recuerdo hasta hoy: “Recuerden que los oídos no tienen párpados”, dijo.
Después pude comprobar cómo, a través de la radio, se generaba una comunicación increíble con la gente, con los oyentes, cómo era posible que haya un ida y vuelta permanentes con quienes escuchaban los programas en los que participé.
Me di cuenta de que la radio podía crear una relación bastante parecida a la amistad, por la solidaridad, por la respuesta casi inmediata, por el grado de empatía que se producía allí entre los que conducen un programa y los oyentes.


Con la lectura pasa algo parecido. Los más lectores estarán de acuerdo conmigo, en que cuando uno lee a un autor que le gusta, lo sigue, compra sus libros, lo lee y vuelve a leerlo cada tanto. No solo hay admiración rayana a la idolatría sino que ese autor se vuelve parte de los afectos que, dependiendo de la edad será un tío, un abuelo, un primo.

Los libros, sobre todo para la generación de Santiago que también es la mía, han sido compañeros de siempre. No es posible concebir nuestras casas sin libros. Es como pensarlas sin una cocina. Los libros han sido refugio, fuente de conocimiento, compañía, nos han alimentado la imaginación, y en muchas ocasiones nos han dicho lo que necesitábamos escuchar. Y por eso también es lógico que Santiago haya querido publicar un libro, para gambetear la fugacidad pero también el olvido.
En esto de escuchar a Santiago antes que leerlo, incluso al leerlo me parece estar escuchándolo, pero también es cierto que al leerlo puedo reír, cerrar el libro, volver a abrirlo, leerlo y reír nuevamente, comentarlo con alguien que esté cerca en ese momento, y ser literal, algo que con la radio no sucede.

En un mundo que se empeña en uniformarnos con los mismos temas de conversación, las mismas preocupaciones, los mismos lugares comunes, sembrarnos de miedos, locura y sinsentido, LA CIUDAD PERDIDA nos ha permitido reírnos de lo que fuimos y de lo que somos, con la inteligencia, la sagacidad, la elocuencia y el talento de los cuatro fantásticos, y donde la mano de Santiago luce con claridad. El libro muestra claramente esta capacidad de Sánchez para construir el hilo conductor de las historias, llevar la tensión de los relatos y rematar como un experimentado nueve de área.
El libro, sin lugar a dudas, se rebela a lo establecido y a toda etiqueta.

Conozco a Santiago desde hace más de 30 años y sé que se merece todo lo bueno, todas y cada una de las cosas buenas y extraordinarias que le pasan. Y este libro es una de esas cosas buenas y sensacionales.
Estoy muy orgulloso de ser el editor de este libro, no solamente por su calidad literaria, por su humor, por su inteligencia, sino porque admiro a Santiago por su talento.
Sé que los que lo escuchamos todas las mañanas construimos un lazo afectivo con él. Así como nos ha pasado con los autores que leímos, yo considero a Santiago un familiar cercano, un mastodonte amistoso.

Lo mucho o poco que yo pude aportar para que este libro vea la luz de la manera en que lo hace hoy, no alcanza para devolver casi nada de lo que me ha dado, cada una de las mañanas en las que me hizo sonreír, pensar, reflexionar y reír.
Quiero decir que permitirme ese cambio de perspectiva a las 9 de la mañana de, por ejemplo un martes nublado en Comodoro Rivadavia, es invaluable. La cantidad de veces que habrá salvado mis días tan solo con hacerme reír y darme cuenta de que lo que realmente importa está ahí, al alcance de la mano, que está ahí y que solo hace falta levantar la vista, que está ahí en la mirada de los hijos, en el calor del hogar, en el beso de mi amor, en el abrazo de los amigos.

Gracias, Santiago, por confiar en mi trabajo y, de corazón, mi deseo de que este sea el primero de los muchos libros que vendrán.
Gracias a todos por venir y acompañar, ayer con la lluvia y el barro, y hoy,

y ojalá que todos disfruten de LA CIUDAD PERDIDA – RADIO PARA LEER, tanto como yo, sin párpados en los oídos y evitando pestañear para seguir y seguir leyendo." 

La presentación fue engalanada con la música de esos dos grandes como son Alakrán Márquez y Teo Nürnberg, y la participación de Galo Sánchez que, con sus nueve años de edad, nos emocionó a todos con una carta a su padre conmovedora, con humor y belleza.
Momentos inolvidables, para atesorar en el corazón.